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El Mundo, Novembro 2016

09.11.16

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¿Qué es lo primero que se debe preguntar a un poeta deslizado hacia la narrativa como José Luís Peixoto? Por la música, por qué otra cosa si no. ¿Hay una música relevante en sus relatos? ¿Una melodía reconocible?

"La idea de la música en la prosa está siempre presente para cualquier persona que quiera escribir y, sobre todo, para cualquiera que quiera escribir y tener un control sobre lo que escribe. Lo de control hay que ponerlo entre comillas porque nunca es real. La música es siempre una ambición, está condenada a no cumplirse. Es una de esas palabras como amor o libertad... ¿Que si tengo alguna música en la cabeza para mis libros? Mire, yo ya tengo más de 40 años, escucho música mucho más variada de lo que escuchaba cuando era más joven. Pero hay un secreto en mi vida: siempre he estado muy vinculado al rock... al rock pesado. Sé que seguramente no sea eso lo que esperan los lectores. No sé si la gente que se pueda interesar por mis libros se sentirá un poco asustada con esto del rock pesado".

 

¿Escribe Peixoto como un metalero cuarentón? Bueno. Depende de las expectativas de cada lector, de cada oyente. Galveias la nueva novela del escritor portugués (editado con el sello de Random House) es áspero, polvoriento y escueto, pero también es evocador y dulce. Hay vísceras de perro, olor a azufre, intentos de violación, motos trucadas, prostitutas brasileñas, disparos en la madrugada... Muy en resumen, a lo largo de las 244 páginas del relato se van trenzando las vidas de los habitantes de Galveias, un pueblo del interior de Portugal que existe realmente y que fue el lugar en el que nació y creció Peixoto. "Me fui a los 18 años, a estudiar a Lisboa. Hasta ese momento, no tuve otro sueño que el de irme del pueblo. Después, comprendí la importancia que tiene Galveias en mi vida. Ahora sigo yendo. A mis hijos les gusta, les asombra la libertad de la que gozan cuando van al pueblo. Veo a mis hijos y me parece trágica la falta de libertad que hemos aceptado". Peixoto, se ha contado mil veces, lleva tatuado en el brazo derecho Yoknapatawha, el condado imaginario de William Falkner. Queda todo más claro, ¿verdad?

 

-¿Y por qué llamar a ese pueblo Galveias y no Galveiatawha o cualquier otro nombre inventado?

 

-Para mí, tener una referencia real era muy interesante. Ahora estamos hablando de Galveias y, en este mismo momento hay gente que camina, va a trabajar y sigue con su vida en Galveias. Que sea ficción y que sea realidad, era irresistible para mí.

 

El otro marco de la novela es 1984, el año en el que ocurren los hechos de la novela. "Era una época de inocencia en Portugal. Estaba la gran esperanza de la Comunidad Europea y habían pasado 10 años desde la Revolución de los Claveles. Pero, al mismo tiempo, era una época en la que un pueblo así podía ser retratado encerrado en sí mismo. El protagonista no es el momento histórico, es el pueblo".

 

El relato empieza en enero, con un meteorito que cae en una fina del lugar. ¿Un meteorito? parece el presagio de una sucesión de páginas mágico-tremendistas, como de pueblo manchego en una película de José Luis Cuerda. Sin embargo, Galveias es estrictamente realista. ¿Por qué ese equívoco? "Fíjese que ésta es una novela en la que todo está muy nombrado. Los nombres de las calles, de las personas, de los perros... Lo único que no tiene nombre es el meteorito. Ni siquiera aparece la palabra meteorito, se habla de 'esa cosa', 'esa mierda'. El meteorito funciona así, como una presencia turbia que contrasta con todo el relato. No es un cimiento sobre el que construir un puente. Más bien es una nube".

 

El viaje que empieza con esa nube astral termina con un asesinato. En medio queda un montón de sexo sórdido, nada dulce. "Esta novela tiene una dimensión social y ahí entra la gran diferencia entre el lugar que tienen el hombre y la mujer. Es un tema muy ibérico", explica Peixoto. "Pero, a veces, también hay cierta delicadeza y cierta ternura".

 

Al final, es lo de siempre: en las ciudades nos gusta el campo para pensar en él como una arcadia naíf o como un escenario grotesco. Y ni una cosa ni la otra. "la ruralidad nos ayuda a pensar el punto en el que estamos. El mundo cambia a toda velocidad, más rápido de lo que podemos asumir y nos deja sin referencias. En cambio, en el campo, las referencias están claras, los cambios son naturales y nos parecen justificados y comprensibles. Hoy en día, lo rural es revolucionario".

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