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El Observador, Outubro de 2016

19.10.16

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C.Pazos
 
 
Los tatuajes y los piercings que luce José Luís Peixoto parecen más de un músico de la escena underground que de un ganador del premio literario José Saramago y que ha sido traducido a más de 16 idiomas. Y es que las apariencias, como siempre, engañan. Extremadamente amable, Peixoto conserva la humildad del hombre de campo: nació en Galveias, un pueblito perdido en el interior de Portugal. Tiene 42 años, está casado y tiene dos hijos a los que "adora", dice. Y dice que el peor día de su vida fue el que murió su padre, al que no deja de extrañar nunca. En un muy correcto español afirma que en Sudamérica –por donde pasó hace algunas semanas, y en concreto por Montevideo para la Feria Internacional de Libro– se encuentra como en casa.
 
 
Es poeta, novelista, dramaturgo, escribe cuentos y colabora en varios diarios. Pero si tuviera que elegir un rubro, ¿cuál sería?
Es difícil elegir, la verdad. Yo empecé por la poesía y creo que siempre está presente en todo lo que escribo. Pero si tuviera que optar por uno solo, diría que es la novela, porque para mí siempre es un desafío, un reto. Cada una de ellas.
 
En Uruguay se han publicado tres libros suyos: Te me moriste, Cal y Cementerio de pianos. En todos la emotividad está en primer plano y hay una lucha entre la vida y la muerte. ¿Por qué?
Creo que la emotividad es la esencia de mi literatura y que también lo es en lo personal. De todos modos, quiero decir que no creo en esa separación artificial que pone de un lado a lo emotivo y del otro a lo intelectual, a lo racional. Creo que siempre van juntas, una al servicio de la otra. Por otra parte, el tema de la muerte es la gran cuestión de la humanidad. Se sea religioso o no, el asunto está siempre presente para todos porque forma parte de la vida, le da sentido.
 
Cementerio de pianos, con su emocionante saga familiar y la tragedia del personaje central, podrían inscribirse en la tradición latinoamericana. ¿Comparte esta opinión?
Sí, definitivamente. Los escritores latinoamericanos han sido una gran influencia para mí. Estoy convencido de que los portugueses tenemos mucho en común con todos los países de este continente. Hay una misma sensibilidad, una determinada manera de ver la vida y la muerte y una concepción del amor que es muy parecida.
 
¿Qué es Portugal?
Diría que somos un país que tiende a dudar constantemente de su identidad. En parte se debe al contraste entre lo que fuimos y lo que somos. Tenemos detrás una historia de grandezas. Por ejemplo, llegamos a pie a la India y fuimos un imperio. Y también tenemos todo lo contrario: miserias, dictaduras y un largo etcétera. Por eso creo que como país tenemos una visión bipolar: un día somos los mejores y al otro, un desastre.
 
A pesar de que se doctoró en literatura inglesa y alemana, lleva una referencia a William Faulkner tatuada en el brazo. ¿Por qué?
Forma parte de mi particular relación con la literatura. De muy joven leía escritores portugueses, sobre todo poesía. Luego pasé a los franceses y de ahí a los alemanes e ingleses, para al final cruzar el charco rumbo a América. William Faulkner me impresionó mucho, me fascinó. Pero el tatuaje (Yoknapatawpha) lo llevo no solo por admiración a Faulkner, sino por el significado de esa palabra compuesta de origen indio: "Agua que fluye lentamente entre las llanuras". Esa frase resume mi filosofía de vida.
 
¿Qué conoce de la literatura uruguaya?
Mi relación con la literatura uruguaya es muy salvaje, aleatoria. Al que más he leído es a Horacio Quiroga, impresionante. El almohadón de plumas, sin ir más lejos, es una maravilla. También leí algunas cosas de Eduardo Galeano, muy diferente.
 
Hace poco realizó un viaje a Corea del Norte. ¿Para qué?
Para estar dentro del secreto. Fue un delirio, pero tiene su explicación. Se debe a que no quería seguir un camino que parecía trazado de antemano. Con 25 años tuve mucho éxito en mi país y gané varios premios literarios. Diez años más tarde me di cuenta de que estaba atrapado en un ciclo perverso: escribir novela tras novela hasta mi último día. Y me rebelé contra ese destino: busqué hacer algo diferente. Y de esa visita a Corea del Norte está naciendo un libro distinto, que pronto saldrá a la luz.
 
¿Para qué escribe?
Escribo porque sé que hay un montón de cosas que no voy a hacer y la literatura me permite acercarme a esas muchas vidas que no voy a vivir. Además, escribir es una forma de pensar el mundo y de verme a mí mismo como yo soy realmente. Escribo para ser y para que los demás existan a través de mis libros.

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