José Luís Peixoto avaa eriskummallisia ikkunoita todellisuuteen, kuten hyvän romaanikirjailijan kuuluukin, Silvia Hosseini kirjoittaa.
Kirjallisuudenja elämän välinen raja liudentuu portugalilaiskirjailijan romaanissa.José Luís Peixotonteos kertoo José Luís Peixoto -nimisestä kirjailijasta, joka kirjoittaa elämäkertaa kirjailijaJosé Saramagosta – joka kirjoittaa kirjaa Peixoto-nimisestä kirjailijasta.
Postmodernistinen metafiktiolla ja kerronnan tasoilla kikkailu näyttävät tekevän paluuta kirjallisuuteen. Suomessa tyylilajia edustavat esimerkiksiJukka ViikiläjaMiki Liukkonen. On kiinni toteutuksesta ja paljolti myös lukijasta, toivottaako tervetulleeksi tämän tuulahduksen 1980-luvulta.
Portugalilaisromaanissa elämä jäljittelee taidetta monella tasolla. Kun Saramagon vaimo Pilar astuu työhuoneeseen, Saramago luulee vain lukevansa Pilarin astumisesta huoneeseen. Henkilöhahmoja yhdistää kiinnostus Saramagon kirjoihin, ja heidän elämänsä myötäilee niiden tapahtumia. Lukija, joka ei tunne Saramagon tuotantoa ja asemaa portugalilaisessa kulttuurissa, voi pudota kärryiltä.
Saramago on romaanissa yhtäältä kunnioitusta herättävä, lähestulkoon myyttinen hahmo, toisaalta melko tavallinen, kurinalaisesti työskentelevä mies. Josén elämää ja kirjoittamista vaikeuttavat uhkapelivelat ja alkoholismi: ”Monista ratkaisuista José piti parhaimpana viinaa.”
Señalado incluso por el propio José Saramago como su sucesor en el olimpo de las letras lusas, José Luis Peixoto pisa firme en ese itinerario, armándose de valor para entremezclar su vida con la del propio creador de ‘Memorial del convento’. Un reto brutal del que José Luis Peixoto sale más que airoso, componiendo un texto lúcido y en ocasiones brillante, emocionante para los seguidores de Saramago y que respaldan a su autor como uno de los nombres de referencia de la actual literatura portuguesa.
En ‘Autobiografía’, editada en nuestro país por Random House, nos encontramos un juego de espejos, de nombres y personas que hilan sus caminos, como ya hicieran en ‘O ano da morte de Ricardo Reis’, el mismísimo Fernando Pessoa con uno de sus heterónimos, Ricardo Reis, retornado de Brasil a una Lisboa donde «o mar acaba e a terra principia» en un libro lleno de inteligencia, por el que también transita José Luis Peixoto, sabedor de sus posibilidades para hacer del territorio capitalino lugar de encuentro y ámbito mítico de libros y personajes.
Pero hacer de Saramago mito es también poner el pie en otras geografías, en la Azinhaga natal, tierra de olivos, abuelos y memorias de la infancia; pero también en el Lanzarote que lo acogió y que descubrió como ámbito imprescindible en el devenir final de su vida, territorio entre vientos y volcanes de contemplación de lo que quedó atrás, de disfrute con su pareja Pilar del Río y como impresionante escenario del que despedirse de la vida tras el viaje del elefante. Allí, donde todos los relojes de la que fue su casa marcan la misma hora, cruce de agujas en el que conoció a Pilar del Río, Saramago estableció un modesto refugio en el que al tiempo se acogía toda su vida, desde aquella aldea portuguesa, al Portugal político que lo despreció en los años noventa tras escibir ‘El Evangelio según Jesucristo’ y, como no, esa Lisboa que plantó frente a la Casa dos bicos, sede de su fundación, otro olivo, para ser memoria del compromiso del Nobel con su tierra, incluso por encima de su país.
Todo eso va fluyendo en el relato de José Luis Peixoto, tras el encuentro de un joven escritor al que se le encarga la biografía del gran literato, y que finalmente lo que busca construir, como no se cansa de repetir, es un «texto ficcional de cariz biográfico» y que lo que logra es posibilitar una biografía doble, de dos autores que como Pessoa y Reis son uno. José y Saramago, dos personas en una. «José era yo» ya escribira Peixoto de manera premonitoria en 2010. Dos tiempos diferentes, dos edades en la misma persona. Brillante. Y eso, tan complejo de gestionar como elemento literario, es lo que vamos encontrando en un relato en el que las dudas nos asaltan sobre quien realmente está escribiendo la biografía de quien.
Un libro, por lo tanto, lleno de momentos portentosos, instantes repletos de imaginación que nos conducen directamente a la obra de Saramago, como cuando la propia Pilar del Río lo miraba y era capaz de mirar a través del autor de ‘Ensayo sobre la ceguera’ como la inolvidable Blimunda, protagonista de aquel ‘Memorial del convento’ capaz de mirar en el interior de las personas, y que precisamente fue el texto culpable de que ambos se conociesen. El libro está trufado de esas complicidades entre la vida y la obra de José Saramago que lentamente se van colmatando a lo largo de estas páginas que fracturan los límites entre la literatura y la vida, que hacen de lo biográfico y de la fi cción un tira y afloja en un total desafío que muestra la genialidad del este escritor.
José Luis Peixoto nació también en un pequeño rincón portugués, Galveias (título de una de sus novelas más interesantes) en 1974 y que con su primera obra, ‘Nadie nos mira’ logró el Premio José Saramago, lo que le sirvió para unir prematuramente su destino al de quien enseguida mostró su interés por aquel autor del que llegó a decir que es «un hombre que sabe escribir y que será el continuador de los grandes escritores». Lejos de sentirse aplastado por esa presencia José Luis Peixoto ha ido diversifi cando su obra desde la poesía, que lo trajo hasta nuestra ciudad en 2015 para participar en una edición de Pontepoética, el cuento infantil, la literatura de viajes o el teatro.
Esta ‘Autobiografía’ es un escalón más en esa carrera como escritor, pero sobre todo lo es en ese deambular por una vida que se cruza una y otra vez con la suya. El Hotel Bragança, la Rua do Alecrim, el Cais do Sodré... itinerarios de sombras que se cruzan y componen un mismo personaje, ese que el tiempo y la palabra dejarán para la posteridad como un relato propio desde el que narrar al otro. Desde el que tensionar una escritura llena de espejos líricos en los que refl ejar a uno y otro José, al José Saramago y al José Peixoto.
El rumbo de José Luís Peixoto habría sido otro si no hubiera existido ese encuentro, a comienzos de octubre del 2001. Tenía 26 años, una novela terminada, algunos poemas, y la idea de ser escritor metida en su cabeza. Venía de un pueblo pequeño del interior de Portugal, Galveias, en la región de Alentejo. Allá, en su niñez, leía los libros que tomaba prestados de un camión que cada mes llegaba cargado de literatura y se estacionaba en la plaza a la espera de lectores. También ayudaba a su papá, que era carpintero.
A los dieciocho años, con la literatura atravesada, se fue a Lisboa a estudiar Lenguas Modernas. Llegó a la capital, pero seguía con su pueblo adentro. Su padre murió, y esto lo llevó a escribir el que sería su primer libro: Te me moriste, el relato de su duelo, de su tristeza, del regreso del hijo a la casa del padre habitada ya solo por los recuerdos. Peixoto no tenía editorial para publicarlo. De manera que él mismo fue su editor y su distribuidor: con algo de ahorros hizo las primeras copias y recorrió las librerías dejando ejemplares. Se lo vendía a sus amigos, le dio vida. Al mismo tiempo empezó a pensar en su primera novela, que de forma natural situó en Galveias. La llenó de personajes conocidos aunque sin nombres propios. La tituló Nadie nos mira.
Esa novela fue precisamente la que provocó el encuentro del 2001. Porque, sin que eso estuviera en los mejores sueños de Peixoto, resultó ganadora del Premio Literario José Saramago. A partir de ese momento cambió todo para él. Saramago ya era una figura inmensa en las letras mundiales, tres años atrás había ganado el Nobel de Literatura, y esto dijo de Peixoto: “Es una de las revelaciones más sorprendentes de la literatura portuguesa. No tengo duda de que es una promesa segura de un gran escritor”. Lo que vino para él después de recibir ese premio fueron más novelas escritas que lo consolidaron, en efecto, como un nombre clave de las letras de su país y también entre los lectores de habla hispana.
A Nadie nos mira le siguieron obras como Cementerio de pianos, En tu vientre, Galveias, que han sido traducidas a más de veinte idiomas y lo han situado en un universo literario muy preciso, habitado por el mundo rural, con temas de reflexión en los que está presente la familia, las relaciones entre padres e hijos, el duelo, la identidad. Cada obra escrita con un cuidado minucioso. Eso es algo que en Peixoto es casi una obsesión. Empezó escribiendo poesía –en un país de poetas– y los principios de este género los trasladó a su narrativa. En sus novelas cada palabra es elegida y puesta en la página porque se ha ganado ese lugar. “Escribir literatura es escribir despacio”, dice, y ese tiempo para pensar cada frase y cada imagen se percibe al leerlo.
Hace diez días publicó su nueva novela: Autobiografía, que ha sido para él uno de sus mayores desafíos: tiene a Saramago como protagonista. La novela narra la historia de dos escritores llamados José. Uno que comienza, otro consagrado. ¿O es, en realidad, solo uno? Es una obra ante la cual hay que estar muy atento en cada línea, llena de detalles reales de la vida de Saramago y alimentada también por una trama de ficción. Una novela que habla de la identidad, de los límites de la biografía, y también hace un reconocimiento a ese momento que él define como uno de los más importantes de su vida: cuando conoció al nobel portugués. Desde su casa en Lisboa, donde pasa estos días de confinamiento –tiempo en el que volvió a escribir poesía, después de varios años de estar alejado de los versos– José Luís Peixoto habla de esta nueva novela.
¿Cómo nació 'Autobiografía'? Empezó con una idea muy sencilla, pero que al mismo tiempo me imponía un desafío: crear una novela que tuviera a José Saramago como personaje. Era algo que me sonaba arriesgado por muchos motivos, sin embargo, se quedó durante un par de años en mi cabeza. Llegué a la conclusión de que debía escribirla porque era la manera de afirmar una cantidad de cosas que son importantes para mí. Entonces lo primero que hice, todavía sin haber escrito una sola palabra, aunque ya con mucho más construido que solo esa idea inicial, fue hablar con Pilar de Río, la esposa de Saramago, la persona que tenía la relación más estrecha con él. Yo la conocí el mismo día que a Saramago, en el 2001, cuando gané el premio que lleva su nombre. Y a lo largo de los años hemos seguido en contacto, incluso mi novela Galveias fue traducida por ella. Tenemos una relación cercana. Para mí era claro que si Pilar no estaba de acuerdo, yo no iba a escribir la novela. Porque era una posición muy sensible: no sólo iba a utilizar a Saramago como personaje, sino a ella misma.
¿Qué le dijo? Su respuesta fue muy favorable. Así que empecé a trabajar la novela. El tiempo de escritura tuvo muchas dificultades, parte de ellas fruto del hecho de que estaba trabajando con Saramago, con la responsabilidad que esto implicaba desde un punto de vista literario y también personal. No ha pasado mucho tiempo desde su muerte y sigue siendo una figura muy presente en Portugal y en los lectores en diferentes partes del mundo.
¿Qué relación tenía con Saramago y con su obra antes del 2001? Antes de ese año no imaginaba que fuera a conocerlo. Era lector de su obra. Tenía una novela firmada por él, Memorial del convento. Lo busqué en una ocasión para que me la firmara y sucedió algo curioso: en esa dedicatoria Saramago escribió mal mi nombre. No puso Peixoto sino Pacheco. Es una anécdota divertida porque yo pensaba: la gente va a creer que me robé esa novela. Pero sí, mi relación era solo como lector. Cuando ganó el Nobel, en el 98, fue un impacto tremendo en Portugal. Es cierto que ya era un enorme escritor y tenía una presencia muy grande en el país, pero ese fue un reconocimiento que se sintió mucho. Entre otras cosas porque fue el primero y hasta el momento el único Nobel de la Literatura del idioma portugués. Y eso, sin duda, es una gran cosa. Por eso cuando obtuve el Premio José Saramago fue una locura. Al mirar hacia atrás no puedo imaginar mi vida sin ese momento. Eso me definió.
Hay una frase en 'Autobiografía' que dice: “José Saramago me dijo muchas veces: José, tienes que pensar en tu obra. José era yo”. ¿Se lo dijo así? Sí, fue una de las cosas que más me repitió. Supongo que lo hizo porque éramos de generaciones muy distintas y habíamos vivido experiencias muy diferentes. A partir del 2001 seguí encontrándome con él frecuentemente. Incluso viajamos juntos a ferias del libro, como la de Buenos Aires. Era impactante tener ese ejemplo ahí cerca, esa persona que vivía una vida que yo comenzaba. Porque yo venía abriendo las puertas de un mundo desconocido. Había publicado mi primera novela sin garantías y un año antes había sacado mi primer libro por mi cuenta. Y después estaba junto al nobel de literatura. De algún modo, mientras escribía esta novela, fue interesante confrontar nuestras historias casi opuestas. Yo tuve un éxito grande con la primera novela. El premio hizo que empezara a ser traducido a otros idiomas, que comenzara a viajar como escritor, y a partir de ahí seguí escribiendo. Saramago publicó su primera novela con 25 años y las cosas salieron muy mal. Su segunda novela no se publicó y se quedó muchos años sin escribir.
Esa es una de las líneas centrales de Autobiografía: la historia del José joven que se debate por escribir su segunda novela, parecido a lo que vivió Saramago. Él publicó su primera novela, Tierra de pecado, y después hizo varios intentos por escribir la segunda. Todavía hoy existen ejemplares de esos intentos. Al final logró hacerla, es Claraboya, y la envió a un editor que lo ignoró. No le contestó y se quedó con el único manuscrito. Años después, ya en la década de los ochenta, cuando Saramago había publicado algunos de sus libros más conocidos, ese mismo editor lo buscó y le propuso publicarla. Saramago se quedó con el original y rechazó la propuesta. Solo después de su muerte la novela se publicó. Es una obra que está lejos de lo que haría años más tarde, pero tiene aspectos muy interesantes.
Decía que uno de los motivos para escribir Autobiografía fue afirmar cosas que para usted son importantes. ¿Cuáles? Empezando por el título: Autobiografía, que ya pone sobre el tapete una cuestión fundamental respecto a la relación entre la ficción y lo biográfico, o autobiográfico. Eso es muy importante para mí, reflexionar sobre esto, porque como escritor es algo que está muy presente en mi trabajo. Esta novela está hecha de tres flujos: la memoria, donde pongo los tiempos que pasé con Saramago y otras referencias personales; la historia, con los hechos de su vida, que son reales, además de alguna relación con la historia de Portugal en ciertos momentos; y la ficción, como elemento fundamental que le da forma a todo yo convierte en una narrativa literaria. Sin embargo, hay otro elemento que en este punto de mi vida era muy importante afirmar, y es mi relación con Saramago. Porque, como decía, mi vida cambió después de conocerlo. Es muy difícil contar mi historia sin su presencia. La novela también es ese reconocimiento. Y al mismo tiempo es una reflexión sobre la influencia, sobre la paternidad, que es un tema muy presente en mis libros. Y por supuesto sobre la escritura misma. La escritura es la vida.
¿Cómo es la relación de esta novela con el resto de su obra? Me lleva por puntos que ya había abordado, pero que aquí llegan un poco más lejos. Por ejemplo, el hecho de utilizar como personaje a una figura histórica, algo que había hecho en Cementerio de pianos y En tu vientre. Es cierto que las de esos libros son figuras distintas de Saramago, pero tienen en común que existieron históricamente. El tema de la escritura lo había tratado de alguna manera en mi novela Libro, aunque de un modo menos directo. Autobiografía está muy ligada con la escritura, con eso que llaman la metaliteratura, los distintos papeles presentes en el texto, el narrador, el autor, el personaje.
Una de las partes de la novela son los cuadernos del escritor joven, que está haciendo una biografía de Saramago. Cuadernos que muestran sus avances, sus retrocesos, sus dudas sobre el proyecto. ¿Es un método que usted también usa al escribir? Ese cuaderno de la novela es un intento de reflejar el proceso de la escritura. Yo uso bastantes cuadernos mientras escribo, hago anotaciones por todas partes. Es muy útil para organizar el pensamiento. Porque realmente escribir es eso: buscar una organización. Al nombrar las cosas, las concretas. Escribir, de algún modo, es un pequeño proyecto de construcción de un mundo.
¿Y esta vez también hizo muchos borradores que se fueron a la basura? Siempre los hago. Mientras escribo no soy muy ecológico porque gasto muchísimo papel. Incluso esta novela, cuando ya tenía docenas de páginas escritas, decidí pararla y volverla a comenzar. Tuvo dificultades que vienen de la forma que propone, porque desde el punto de vista estructural es un poco compleja; tiene algunos obstáculos que la hacen desafiante para la lectura y, por supuesto, también fueron desafiantes durante la escritura.
¿Las frases textuales que utiliza, y en general toda la historia, lo llevaron a hacer una relectura de la obra de Saramago? Releí solamente El año de la muerte de Ricardo Reis. Lo otro fueron cosas que leí por primera vez, no solo textos de Saramago, sino biografías y trabajos alrededor de su obra. El año de la muerte… sí porque la novela que escribí tiene una relación directa, conceptualmente hablando, con esa novela. En ella Saramago escribe sobre Pessoa y Ricardo Reis, y sobre Lisboa. En mi novela también tenía la idea de escribir sobre otro autor y hacer un cierto retrato de Lisboa, aunque la Lisboa que yo describo no es la misma.
Es más periférica, sí. Y en está novela también está presente lo rural, centrado en Bucelas. Ese lugar simboliza mi Galveias. Se me dificulta no tener relación de algún modo con lo rural. Es un aspecto muy importante para mí y es algo que tiene mucho que ver con el Portugal de mi generación. Es un país con un vínculo muy fuerte con su interior. Así Lisboa sea hoy una ciudad muy cosmopolita, con conexiones con el mundo y todas esas cosas, hasta hace unas décadas era una ciudad muy conectada con la ruralidad.
La visión política de Saramago está tratada también, aunque no con protagonismo. ¿Ese tema sigue provocando pasiones en Portugal? Saramago genera sentimientos fuertes, positivos y negativos. Porque estuvo siempre muy comprometido. Todavía no se mira con ojos consensuados. Es un símbolo para el Partido Comunista portugués. Tuvo conflictos con la Iglesia. En fin, despierta reacciones diferentes y muy fuertes aquí. En la novela me pareció una cuestión de justicia ponerlo como escritor y en su dimensión literaria. Es cierto que él mezclaba los dos mundos, política y literatura, pero en este caso he privilegiado lo literario, sin ignorar del todo su aspecto político. Pero no lo pongo en primer plano.
¿Cuál libro de Saramago lo ha marcado más? Esa respuesta cambia con frecuencia. Depende más de mí que de los libros. Pero hoy el que elijo es Levantado del suelo. Un libro que trata de ese periodo de la historia de Portugal de los años 70, después de la revolución, y sucede en la región de Alentejo, que es mi región. En esa novela Saramago pone en evidencia todas sus calidades literarias.
Sin entrar a develar la trama de la novela, se siente que también quiso crear un juego de espejos. Una reflexión sobre la identidad. Creo que todo libro, sobre todo la literatura, plantea una pregunta sobre la identidad. Hay una frase en la novela: “Contarme a mí mismo a través del otro. Contar al otro a través de mí mismo”. Eso es la literatura. Aprendemos más sobre los otros por lo que vemos en nosotros mismos y de nosotros por lo que vemos en los demás. Por eso, para reflexionar sobre uno mismo, es importante buscar ese otro que llevamos dentro y mirarlo con alguna distancia. Los espejos permiten que uno se mire y tome la medida de sí mismo.
La novela comienza con una frase que evoca un final y termina con una frase que anuncia un principio… Empieza con un fin y termina con un inicio. Es también la idea de que la escritura, y la historia de la escritura, de la literatura, es como una cadena: unos llevan algo que lo pasan a otros, estos otros siguen y después lo pasan a otros y continúa. No solo en la literatura, sino en la vida.
¿Estos días de confinamiento le han dado alguna idea de escritura? Tenía una novela empezada cuando todo cambió. Y en realidad sentí alguna dificultad para continuarla. Entonces paré y, poco a poco, comencé a escribir poemas. Tengo tres libros de poesía, el último del 2008. Ha sido increíble ver cómo en este tiempo pude terminar un libro de poesía. Va a salir en septiembre en Portugal, Brasil y México, traducido al español. Los primeros poemas estaban relacionados con la cuarentena, después evolucionaron hacia otros temas más generales y también más personales, que es una marca de mis versos. Estoy muy contento con este nuevo libro de poesía. Es como un regreso a casa.
UN NUEVO POEMA DE PEIXOTO: Nos miramos a los ojos por internet.
Yo te transmito este domingo por la tarde la voz del vecino a través de la pared.
Tú me transmites la distancia que existe después de lo que logro ver por la ventana.
Durante la noche cambió la hora y sin embargo, continuamos en el tiempo de ayer.
Qué extraño es este domingo, no podemos garantizar que mañana sea lunes.
El futuro se perdió en el calendario, existe después de lo que logramos ver por la ventana.
El futuro dice algo a través de la pared, pero no entendemos las palabras.
Nos lavamos las manos para evitar ciertas palabras.
Y aun así, en este tiempo extraño, observa: tú y yo estamos juntos en este verso.
El poema es como una casa, tiene paredes y ventanas, está habitado por el presente.
Nos miramos a los ojos por internet, estamos verdaderamente aquí.
José Luís Peixoto: «Hoy en día Saramago lucharía contra la muerte de las utopías»
Cuando se cumplen 10 años de la muerte del Nobel, el escritor portugués publica en España 'Autobiografía' (Literatura Random House), un complejo juego de espejos entre realidad y ficción donde convierte a Saramago, a quien trató en sus últimos años, en personaje.
ANDRÉS SEOANE
José Luís Peixoto. Foto: Patricia Pinto
“Saramago escribió la última frase de la novela”. Estamos en 1997 y la susodicha no es otra que Todos los nombres, la última del escritor antes del Nobel, protagonizada por un José cuyo amor por el nombre de una desconocida mujer le lleva a una delirante búsqueda. Y de Josés parece ir la cosa, porque cuando se cumplen hoy diez años de la muerte del escritor su compatriota José Luís Peixoto (Galveias, 1974) publica en España Autobiografía (Literatura Random House), la historia de un joven escritor, llamado -¿adivinan?- José, cuya trayectoria se cruza, en varias ocasiones, con la de un José Saramago transmutado en personaje. Un homenaje no exento de riesgos, pues como asegura el autor «Saramago, aunque ya haya muerto sigue muy vivo como autor y como símbolo de gran cantidad de cosas en Portugal».
“Conocí a Saramago en 2001, cuando gané el premio que lleva su nombre, y comparto gran cantidad de características con él, tanto vitales, especialmente de crianza, como literarias a nivel de búsquedas e intenciones”, explica el escritor, que explora estas similitudes y diferencias a través de un juego de espejos donde las obras y personajes de Saramago toman vida y forma en una Lisboa que se confunde con la del propio Peixoto y cuyas vidas interactúan con los hechos reales de la biografía de Saramago. Cuando se cumple una década de la desaparición del Nobel portugués, uno de sus más aventajados herederos, a quien llamo “promesa segura de un gran escritor”, recuerda sus múltiples facetas, que abarcaron todos los escalones de la sociedad, y especialmente su papel de escritor.
Pregunta. Desde su debut ha explorado mucho la vía autobiográfica y la tensión entre realidad y ficción, aquí un tema clave. ¿Cómo lo aborda, qué intenta narrar de esta simbiosis siempre presente en la vida?
Respuesta. La clave de esta dicotomía es precisamente esa, que es parte de la vida de todo el mundo. La propia memoria es una construcción narrativa, y es esencial para que cada persona construya su identidad, su lugar en el mundo. Las dudas en torno a la relación entre autobiografía y la ficción y el papel que cada uno de esos aspectos tiene en la literatura son tan antiguos como la propia literatura y es una exploración inagotable. Me parece que asistimos a la paradoja de que en la literatura, como muchas veces en la vida, estamos ante aspectos que son realidad y al mismo tiempo son ficción, porque no hay una frontera muy clara entre esos dos planos. Coexisten, y aceptarlo me parece que es aceptar un aspecto fundamental de la existencia.
P. La novela narra el encuentro entre un escritor en la cúspide posible de su fama y otro que sólo ha publicado una novela. Usted, que está en el medio, ¿por qué explora ambos vértices?
R. En este punto se mezclan temas personales con la propia biografía de Saramago. Por un lado, quería explorar el impacto que supuso para mí conocer a Saramago con 26 años, que fue muy fuerte, porque entonces no tenía ninguna certeza con respecto a mi escritura. Sólo había publicado una novela, y esa relación y su confianza me cambiaron la vida. Al mismo tiempo, en la vida de Saramago hay otro aspecto enormemente determinante que tiene que ver con lo ocurrido tras publicar su primera novela, que fue casi el revés de mi caso. Yo tuve éxito y ese gran apoyo y él tuvo lo opuesto. Tras publicar Tierra de pecado (1947) tuvo una dificultad impensable para escribir la segunda, incluso hoy en día se pueden encontrar sus esfuerzos, repartidos en cinco o seis bocetos inacabados… Fue tan traumático que estuvo muchos años sin escribir novela, lo que cristalizó en esa historia tan inhabitual de alguien que publica a los 25 años y tras estar sin hacerlo más de esos años, saca un libro y tiene un impacto tremendo.
P. Saramago sigue siendo un personaje omnipresente en Portugal, ¿qué diferencias hay al crear ficción más o menos basada en la realidad frente a incluir un personaje real tan sumamente conocido? ¿Hay un verdadero Saramago o cuántos Saramagos existen?
«Decidí que si le robaba sus características humanas dejaría de ser una persona. Y Saramago, con sus virtudes y defectos, siempre fue persona, incluso antes que escritor»
R. Mentiría si dijera que no ha sido mi novela más difícil. Al escribir pensaba siempre en todas las personas, conocidos suyos o no, que podrían tener una expectativa del Saramago personaje, de quien todo el mundo tiene una idea u opinión. No es fácil lidiar con la expectativa en ningún texto, pero aquí fue especialmente delicado porque tuve que mentalizarme para poder colocar cómodamente al personaje en las situaciones que la novela me pedía. Si Saramago aparece frágil o no es siempre un heroico en sus actos u opiniones, es lo que hay, porque decidí que si le robaba sus características humanas lo estaría distorsionando y dejaría de ser una persona. Y Saramago, con sus virtudes y defectos, siempre fue persona, incluso antes que escritor.
Además, Peixoto contó con dos elementos más que le legitimaron a la hora de hacer esta transformación literaria de Saramago. Primero, el nihil obstat de su viuda, Pilar del Río, al corriente del proyecto desde el primer día. “Antes de escribir una sola palabra se lo comenté a ella, a quien conocí el mismo día que a Saramago, y su ánimo me dio alas. Pilar entendió mis intenciones y eso me tranquilizó, porque ella misma es un personaje del libro”. Por otro lado, Peixoto contaba con la tácita autorización del propio Saramago, quien tomó en su día prestado a otro gran icono de la literatura lusa, Fernando Pessoa, para escribir su novela El año de la muerte de Ricardo Reis (1984), también un juego de múltiples dimensiones donde aparecen el escritor y su heterónimo. «La literatura está hecha de espacios vacíos que deben ser llenados, debe ser libre para jugar con las figuras del pasado y darles nueva vida», afirma el escritor.
P. En sus últimos años tuvo bastante relación con Saramago a raíz de ganar su premio homónimo, ¿cómo era el José Saramago que conoció? ¿Qué es lo que más recuerda de él?
R. Lo que me impactó más fue la atención que tuvo con un escritor como yo, debutante incierto, porque una novela no significa nada, es muy posible escribir la primera y por una gran cantidad de razones no seguir en la literatura, como él bien sabía. Cercano a los 80 años y ganador del Nobel tres años atrás, estaba viviendo al máximo su proyección internacional y al mismo tiempo seguía escribiendo incansable. Y, aun así, tenía tiempo de leer mis textos, de comentarlos, de darme su opinión, que siempre era muy sólida, muy difícil de contraargumentar. Ese fue otro rasgo que me marcó mucho y creo que es una de sus características, incluso, públicas, más notorias: la fuerza de su convicción. En ese punto de su vida Saramago tenía una fuerza de convicción enorme, que era lo que alimentaba su acción de escritura o de vida en todo momento. En la novela se sugiere que no siempre fue así, que, durante su vida, claro, tuvo momentos de duda, de incertidumbre, pero yo esa persona no la conocí. El Saramago que yo recuerdo estaba lleno de convicción y tenía una fuerza magnética impactante.
«El Saramago que recuerdo tenía una convicción enorme, que alimentaba su acción de escritura y de vida, una fuerza magnética impactante»
P. También ha comentado que te sirvió como ejemplo en muchos aspectos, no solo literariamente, sino, por ejemplo, en cómo el escritor se comporta en sociedad. ¿Cómo veía Saramago la implicación social del escritor y el papel de la literatura y cómo la ve usted?
R. No tengo necesariamente la misma visión que él, porque hay que tener presente la gran diferencia generacional que nos separa. Saramago nació antes del inicio de la dictadura de Salazar y yo justamente al final. Él vivió los avatares políticos y sociales desde los años 30, y todo lo que comportaron, y eso afectó lógicamente a su idea de la presencia social del escritor. Pero con estilos distintos, el suyo más directo, más político, digamos, ambos coincidimos en que el escritor no puede renunciar a la presencia, porque si escribe y publica ya tiene un papel, una implicación con su comunidad. Y es fundamental que ese papel tenga una intencionalidad, que la obra encierre de algún modo lo que el escritor lee en la sociedad y que éste lo exponga con intención de contribuir a su desarrollo. El escritor vive en su época, usa las palabras de su época, y tiene el deber de ser un analista de ella y no rechazar su papel y su lugar.
P. De hecho, esta novela, además de la historia metaficcional de ambos escritores, está llena de pinceladas de sus grandes temas como la emigración, el colonialismo, el atraso de lo rural… ¿Un escritor nunca escapa de sí mismo al escribir?
R. Personalmente no creo ni que sea deseable. Muchas veces esos temas existen en la obra de un autor por razones necesarias, surgen porque son lo que el autor realmente debe narrar. Desgraciadamente, uno no sabe sobre todo, tiene sus temas, que le tocan particularmente por algún motivo personal o de intereses y si sigue escribiendo sobre ellos es porque todavía no están agotados. Incluso puede pasar que haya temas que no tienen una respuesta definitiva y que pueden ocupar el trabajo de toda una vida: el amor, la muerte, qué es la realidad… temas infinitos que llevan ocupando la literatura desde sus orígenes y lo harán hasta el fin de los tiempos.
«Saramago sigue despertando opiniones muy polarizadas. Hay gente que no le ha perdonado sus posturas sociopolíticas, mientras que otra le pone en un lugar casi de santo laico»
P. Hoy mismo se cumplen 10 años de la muerte de Saramago, ¿qué significa hoy su legado y su figura para Portugal?
R. Todavía no tenemos suficiente distancia para hacer un retrato muy preciso, porque Saramago en Portugal sigue muy presente, despertando sentimientos muy polarizados y encendidos de amor y odio. Los aspectos más polémicos de su personalidad y su discurso, como la relación con la Iglesia y algunas cicatrices con respecto a lo que fue la Revolución de los Claveles y la transición a la democracia siguen candentes y hay gente que no le ha perdonado, mientras que otra le pone en un lugar casi de santo laico. Pero creo que esta es una situación que no desagradaría a Saramago, porque estos dos polos de amor y odio han estado bien presentes en su vida y él, como reflejan los Cuadernos de Lanzarote, era plenamente consciente de los efectos positivos y negativos que generaba en la sociedad portuguesa. Lo que ya empieza a ser indiscutible, y esta novela incide en ello, es la influencia de Saramago como figura literaria en la narrativa portuguesa, en lo que es la literatura portuguesa hoy. Porque en ocasiones el aspecto sociopolítico ha difuminado al escritor, pero hoy ya nadie cierra los ojos ante ese estilo y temas tan particulares, que han tenido un impacto tremendo.
P. Vista la deriva de una sociedad con la que siempre el Nobel fue muy crítico, y su reclamo de humanidad, ¿qué pensaría hoy Saramago del Portugal, de la Europa y del mundo actual?
R. Saramago tenía una visión enormemente amplia, de pensador más que de escritor, y no tengo dudas de que seguiría siendo bastante crítico con el mundo actual especialmente en un aspecto: la muerte de las utopías. Saramago tenía una visión optimista del futuro que hoy en día hemos perdido la osadía de tener. Nos han amputado la capacidad de soñar, de imaginar un mundo mejor y de criticar la desigualdad y contra esa gran pérdida lucharía Saramago, porque su gran creencia fue en el ser humano, en su capacidad de alcanzar la excelencia, de alcanzar un mundo más justo.
Autobiografia é um romance que desafia o leitor ao diluir fronteiras entre o real e o ficcional, entre espaços e tempos, entre duas personagens de nome José, um jovem escritor e José Saramago. Este é provavelmente o melhor romance de José Luís Peixoto.
O título, Autobiografia, e a designação “romance” inscrita, logo abaixo, na capa do mais recente livro de José Luís Peixoto (n. 1974), parece querer alertar o leitor para o jogo de ilusões que aí vem. E a leitura das primeiras páginas confirma essa ideia: há um escritor José [Saramago] e um aprendiz de escritor também chamado José [Luís Peixoto, pode o leitor presumir]. Ao fim de algumas páginas, percebe-se que é um livro que desafia a atenção de quem o lê: o jogo com os nomes, a mudança abrupta de cenas, as fronteiras ténues entre narradores e personagens, e adivinha-se que também haja essa diluição de limites entre espaços e tempos. A estrutura pouco comum, quando comparada com as dos livros anteriores do autor, torna de imediato Autobiografia um livro singular na obra de José Luís Peixoto.
“Esse começo foi consciente no sentido de mostrar que o livro vai ser assim até ao fim”, confirma Peixoto em conversa com o Ípsilon. “É uma espécie de manifesto desta minha proposta narrativa. Este é um romance que exige tempo de envolvimento”. Com o prosseguir da narrativa, Autobiografia vai-se alargando em várias dimensões – até porque um dos assuntos do livro é a escrita de uma biografia de Saramago pelo jovem aprendiz de escritor, José. Biografia que, à semelhança da “proposta” autobiografia de Peixoto, se vai tornando também ela ficcional.
José Saramago surge neste romance como uma figura de ficção alicerçada no real. Como personagem origina o jogo (ou os jogos) a que o autor se propõe, assim divergindo do caminho de reconstituição biográfica (que talvez fosse o mais natural e esperado pelos leitores). José Luís Peixoto, que afirma que “foi um grande esforço escrever este livro, uma grande luta”, conta um pouco sobre as opções que teve de fazer ao longo do tempo em que o escreveu (pouco mais de um ano): “Ao longo do processo de escrita, o livro teve dois ou três momentos em que tive de reavaliar tudo, de reorganizar toda a narrativa. Um dos princípios que me pareceu que poderia defender o romance ao nível desta questão da presença da personagem Saramago era integrá-la num jogo. E fazer com que o livro se movimentasse nesse campo da construção literária e não tanto no da reconstituição histórica da sua vida. Contudo, a dimensão histórica também é importante, e por isso, para lá das questões do enredo, da forma como a narrativa flui, dos anacronismos, houve depois uma outra construção, a do autobiográfico e do ficcional. O possível conhecimento que os leitores têm da vida do José Saramago, e da minha, em maior ou menor grau, também contribui para a leitura do livro. O simples facto de saberem que eu me chamo José como uma das personagens, e que o título é Autobiografia, já direcciona para uma forma de leitura. Mas depois há outras. Se o leitor souber, por exemplo, que eu ganhei o ‘Prémio Saramago' próximo da idade daquele jovem escritor, e que o ganhei com o meu primeiro romance.” E Peixoto prossegue dizendo que todos os seus livros, de uma maneira ou de outra, nem sempre evidente, falam um pouco de si, que vai deixando dados autobiográficos por necessidade: “Este livro tem muito de mim porque essa era a minha proposta. Mas que pode não ser tão evidente como as pessoas pensam. Por vezes o que as pessoas julgam ser mais autobiográfico não o é assim tanto. Outras coisas, eventualmente mais excêntricas, podem por vezes ser decalcadas da minha realidade. Isto tem a ver com a forma como eu depois valorizo o meu trabalho. Preciso de deixar essas coisas escritas, essas informações, para depois sentir que ele me diz respeito.”
Pacheco
A questão do aproveitamento (neste caso de uma coincidência) dos nomes das personagens feito por Peixoto ao longo do livro, não é um facto novo. Já no seu primeiro romance, Nenhum Olhar, há uma história em duas gerações, com um pai e um filho de nome José; e, mais tarde, em Cemitério de Pianos, há várias gerações que se misturam no tempo da narrativa, e em que pais e filhos se chamam ‘Francisco’. O autor reconhece esse seu recurso estilístico: “Funciona aqui como um jogo, e compreendo que por vezes possa não ser muito claro e que possa mesmo gerar alguma confusão, mas essa é uma das propostas que quis que estivesse presente. Até ao final da narrativa há momentos em que as coisas mudam bastante, em que há anacronismos, uma espécie de rasteiras para um leitor que esteja mais habituado a leituras cronológicas.”
Uma história curiosa ainda sobre nomes: num anterior livro de José Luís Peixoto, Abraço, há um texto intitulado “Pacheco”. Esse texto fala das muitas vezes em que lhe trocaram o nome, e há nele uma fotografia de uma página autografada com uma dedicatória com a data de 1997: ‘Para José Luís Pacheco, com a simpatia do José Saramago’. Peixoto conta, com um sorriso: “Essa foi a primeira vez em que estive na presença do Saramago, em que lhe pedi para me autografar o Memorial do Convento”.
Fazer de José Saramago uma personagem nuclear de um romance, pode não ser uma tarefa fácil se a forma escolhida for a da ficção: dialogar com a sua figura, com tudo o que ela carrega como representação social e literária, com as expectativas dos leitores, com a complexidade de leituras da sua obra. José Luís Peixoto confessa que tudo isto tornou o livro bastante trabalhoso. E conta como chegou à ideia do romance: “Tudo começou a partir de um conto que publiquei numa revista. Era um conto que tomava a história de D. Pedro e de Inês de Castro como eixo. A partir de certa altura, pensei escrever outros contos que tivessem como centro algumas personagens importantes da História de Portugal. Comecei a listá-las. E já na contemporaneidade a personagem que me pareceu mais adequada foi o Saramago. Seria uma personagem diferente porque eu o tinha conhecido. A ideia foi crescendo, e acabei por abandonar esse livro de contos. Tinha nascido a ideia de escrever um romance que integrasse o José Saramago como personagem central, não quer dizer que seja a principal. Partindo dessa ideia tudo se foi construindo aos poucos. O título só apareceu a meio da escrita do livro.”
Normalmente quando se escrevem romances temos fantasmas, imagens na neblina, imagens dos leitores que o vão avaliar. Neste caso eu tinha o rosto da Pilar
José Luís Peixoto
A linguagem
Para além de Autobiografia ter um tipo de arquitectura narrativa pouco comum nos romances anteriores de Peixoto, também a linguagem revela um trabalho diferente, quase diria mais cuidado e apurado. Na preparação deste livro, o autor leu tudo o que lhe faltava ler na obra de José Saramago. Não admira, portanto, que algum do ritmo desses romances por vezes faça assomo em Autobiografia, como se houvesse ali um ajustamento a fazer, mas é sobretudo na atenção ao pormenor, como se o olhar se fosse aproximando do objecto ou da acção, que se nota a diferença. “Não páro de ler enquanto escrevo. Abraço até as influências que então me chegam. Escolho as leituras em função do que estou a escrever. Pode vir daí uma certa musicalidade que se procura. Agiliza as coisas”, diz José Luís Peixoto. “Com este livro decidi desde muito cedo não fazer um pastiche da escrita do Saramago. Ainda assim, há certas escolhas, certos princípios, certos valores da escrita, que dificilmente não são absorvidos.”
Mas há ainda mais a considerar: uma espécie de hierarquia que Peixoto estabelece para os seus livros, e que dessa forma definem o nível de exigência da escrita. “Não é uma hierarquia de importância, mas os romances são os pilares do caminho que eu tenho feito. Se eu tiver que pensar nalguma coisa da minha vida, eu localizo-a sempre em relação aos romances que publiquei, a pessoa que eu era quando os escrevi. Os romances têm para mim esse significado pessoal de exigência de evolução, e de uma tentativa de balanço. O que nem sempre acontece nos outros livros, que cumprem outras funções, e têm outras exigências que nem sempre são tão exigentes como as dos romances”. E acrescenta: “Há um caso engraçado com o livro No Teu Ventre. Eu fiz finca-pé na editora para que aquilo fosse considerado novela, e é isso que aparece na capa. Mas depois, à medida que as pessoas foram escrevendo sobre o livro, foram-se referindo a ele como romance. Hoje também já o considero um romance”.
Mas não é apenas a forma escolhida para a narrativa que influencia muito os livros de Peixoto. Também a proximidade ao assunto, a natureza das personagens, a distância entre realidade e ficção, entre o concreto e o imaginado. “Há coisas que fazem muita diferença. Por exemplo no livro Galveias: eu já tinha escrito sobre esse espaço, mas sem o nomear, usando um nome ficcional. Não se consegue escrever certas coisas se não se tiver lá aquele nome concreto. O facto de o nomear [ao lugar de Galveias, onde nasceu] provoca que eu escreva de maneira diferente sobre ele. Acho que se passou o mesmo com Autobiografia, o peso do nome Saramago como personagem fez-me também escrever de outra maneira, foi quase uma obrigação”.
Para José Luís Peixoto havia uma espécie de “sombra”, um fantasma, a pairar sobre a ideia de escrever um romance em que José Saramago entrasse como personagem. O seu nome era Pilar del Río. “A Pilar soube do livro antes de eu ter escrito a primeira palavra. Esse foi um lado muito sensível. Isso era para mim muito importante. Aliás, a própria Pilar é referida no romance como personagem. E há um aspecto curioso, pois no dia em que conheci o Saramago conheci também a Pilar. Eu tinha de saber gerir isso. Normalmente quando se escrevem romances temos fantasmas, imagens na neblina, imagens dos leitores que o vão avaliar. Neste caso eu tinha o rosto da Pilar. Para mim foi um alívio enorme quando ela leu o livro e se mostrou satisfeita. Ela sabia que o livro é um artefacto literário e que aquele Saramago é uma personagem, que apenas sugere uma possibilidade de Saramago”. Mas Peixoto não sente que em algum momento, o facto de vir a ter Pilar como leitora do livro, o tenha constrangido ou condicionado. Ela nunca lhe disse o que esperava do romance. “Só quando o terminei ela soube alguma coisa sobre o livro. Imprimi-o e entreguei-lho ainda antes de o enviar a quem quer que fosse”.
Saramago duplicado no livro "Autobiografia", de José Luís Peixoto
TEXTO DE LUÍS RICARDO DUARTE
O Prémio Nobel da Literatura português transforma-se em personagem de um romance que também é uma homenagem. No livro "Autobiografia", de José Luis Peixoto, literatura com literatura se paga.
Ao receber o Nobel da Literatura, em 1998, José Saramago tornou-se inevitavelmente a grande referência das letras portuguesas, o que se traduziu em três grandes eixos: a celebração da liberdade do narrador, que não poucas vezes deriva para reflexões e assuntos paralelos; a vontade de contar uma boa história, presente na sua obra desde o primeiro romance; e o reencontro com uma certa portugalidade, menos épica do que humana. Para as novas gerações de escritores, a importância do autor de Memorial do Convento reforçou-se com o prémio a que deu nome, atribuído pela Fundação Círculo de Leitores. José Luís Peixoto recebeu-o na segunda edição, em 2001, e agora, no seu novo livro, presta-lhe tributo. Homenagem sem ser hagiografia; Autobiografia é literatura que se alimenta de literatura.
Essa dimensão de diálogo é o que, de início, mais se destaca no romance. Num entendimento da literatura enquanto jogo (no tempo, nos artifícios e nos símbolos), Autobiografia afirma-se como um labirinto de espelhos, no qual se refletem várias obras de José Saramago. Como nas pinturas cubistas, prestando atenção a determinados pormenores, identificamos claramente a essência de Todos os Nomes, Manual de Pintura e Caligrafia, O Homem Duplicado, Ensaio sobre a Cegueira ou História do Cerco de Lisboa. E não o dizemos só por o nome de todas as personagens ser retirado desses e de outros romances, mas porque se soube fixar o coração dessas obras e encadear os seus artifícios fundamentais num enredo que ganha vida própria. É uma leitura pessoal e original do legado saramaguiano, que se funde com o universo e as obsessões que, desde a estreia, com Morreste-me, José Luís Peixoto tem vindo a perseguir.
Autobiografia é, ainda, a revisitação de um célebre conto de Jorge Luís Borges. Como em O Jardim dos Caminhos que se Bifurcam, um escritor mais velho depara com outro mais novo. A tarimba de um contrasta com a angústia do outro. Em Lisboa, no final dos anos 90, Saramago caminha para a consagração, enquanto o outro José não consegue acertar com o segundo romance. A convite do editor, aceita escrever uma biografia do futuro Prémio Nobel. Os seus destinos estão condenados a confundir-se. Ao refletir sobre os caminhos da criação, José Luís Peixoto recria igualmente os seus tempos de aspirante a escritor em Lisboa, convocando para a narrativa a sua geografia afetiva, dos Olivais a Cabo Verde, confundindo ainda mais as fronteiras sempre ténues entre realidade e ficção, vida e obra. E com isso talvez se perceba melhor o sentido do título, Autobiografia. Dentro deste livro vivem todos os escritores do mundo.
Saramago cabe num romance? José Luís Peixoto fez a experiência
TEXTO DE JOÃO CÉU E SILVA
José Luís Peixoto tem novo romance, Autobiografia. Uma poderosa ficção em que o autor mergulha no universo de José Saramago e utiliza o escritor como coprotagonista.
erá que José Saramago cabe num romance? A pergunta pouco feita pelos escritores portugueses é respondida nesta sexta-feira por José Luís Peixoto, autor de Autobiografia, um romance em que o Nobel da língua portuguesa existe como personagem estruturada. Peixoto, que vem embalado pelo romance Galveias - uma narrativa bem regionalista que chegou ao Japão, onde foi traduzido recentemente, e é um sucesso no Brasil -, deixou-se de medos e captou numa história com dois Josés: um escritor e um pretendente à mesma profissão.
As trezentas páginas que enredam os dois coprotagonistas, o José aspirante a escritor e o José Saramago, surpreendem e José Luís Peixoto atinge o nível que seria exigível a um dos (demasiados?) autores da geração 2000.
Esta é uma poderosa ficção em que o autor mergulha no universo de José Saramago e utiliza o escritor como coprotagonista. Uma espécie daquilo que o Nobel fez com o heterónimo de Fernando Pessoa em O Ano da Morte de Ricardo Reis e que irá surpreender pela habilidade literária com que José Luís Peixoto puxa até ao fim o fio da história.
Um desafio que o próprio Saramago fizera ao afirmar que queria colocar o Convento de Mafra num livro e o fez em Memorial do Convento, a obra que, segundo Eduardo Prado Coelho, lhe aumentou a "base social de apoio" fora das crónicas, de atitudes ideológicas e romances à esquerda anteriores.
Peixoto faz o mesmo, pega em Saramago e usa-o num romance sem receio do desafio.
José Luís Peixoto tinha um problema: é que José Saramago sempre escreveu livros que surpreendiam pelo seu coração criativo. Ora quebrava a Península Ibérica ora cegava os habitantes do mundo. Eram histórias que o leitor não esperava nem concebia como possíveis.
Como contornar essa capacidade de Saramago? A leitura de Autobiografia mostrará que Peixoto se instala num dos romances do Nobel para levantar ao contrário o edifício: O Homem Duplicado. Tal como o protagonista desse romance, Tertuliano Máximo Afonso, irá ver convergir duas personalidades numa única. Mas O Homem Duplicado não passa de uma muleta invisível e logo esquecida quando se fecha a leitura de Autobiografia, porque as personagens de Peixoto têm vida própria. Apesar de o escritor piscar os olhos a alguns dos nomes que o Nobel tornou conhecidos na sua obra.
Personagens à linha nos romances de Saramago
Há em Autobiografia um editor chamado Raimundo Silva como o revisor de História do Cerco de Lisboa, uma Lídia como a de O Ano da Morte de Ricardo Reis, um Mau-Tempo como o de Levantado do Chão ou um Bartolomeu como o de Memorial do Convento. Há uma Rua de Macau como aquelas em que os pais de Saramago alugavam quartos no início da sua vinda para Lisboa e muitas outras referências ao universo Saramago. Peixoto descreve o escritor e a mulher, Pilar del Río, como se comportavam de verdade.
Recupera as outras duas mulheres, Ilda e Isabel, e justifica muito da existência delas com Saramago por breves e importantes momentos definidores da sua personalidade. Refaz alguns passos do escritor com muita realidade, como nas impagáveis viagens de avião. Contudo, é em quatro parágrafos no fim da página 61 e toda a 62 que capta o ser Saramago na sua plenitude, quando descreve a forma como o escritor acorda e vai esquecendo os pensamentos noturnos.
Peixoto evita semelhanças com as particularidades da escrita saramaguiana, mesmo que de vez em quando ceda para satisfazer aquela que poderá ser a vontade do leitor ao pegar neste livro: ler um pouco à Saramago. Mesmo que a ambiência do romance faça recordar frequentemente alguns dos tiques narrativos do escritor, bem como o modo como interrompia a ação para que o narrador repusesse a ordem, José Luís Peixoto divorcia-se de qualquer facilitismo e Autobiografia é apenas dele. Porque é capaz de se libertar do peso do Nobel e criar uma narrativa muito sua, que até rivaliza com a envolvência dos romances de Saramago.
A leitura de Autobiografia irá despertar nos leitores de Saramago muitas das memórias que têm sobre os seus romances e é essa virtualidade que também engrandece o romance de José Luís Peixoto.
Após Autobiografia valerá a pena perguntar: espera-se hoje por algum romance de um dos novos autores portugueses, os da geração 2000, como se aguardava por um José Cardoso Pires ou um António Lobo Antunes - falemos só destes dois - nas duas décadas anteriores à passagem do milénio? Com o leitor ansioso e a passar na livraria à espera de se confrontar com mais um mito literário. A resposta é não, afinal são poucos os novos autores capazes de preencher um romance com a arte exigida pelo leitor. A surpresa chega inesperadamente às livrarias nesta sexta-feira com o romance Autobiografia, de José Luís Peixoto.
Argumento de Autobiografia em poucas palavras
Para evitar desvendar totalmente o novo romance de José Luís Peixoto, deixa-se aqui a informação que a editora Quetzal já revelou sobre Autobiografia: "Um jovem escritor, José, é incumbido de escrever a vida do consagrado escritor, José. Este é o ponto de partida do livro que marca o regresso de José Luís Peixoto ao romance (...). Autobiografia é a história dentro da história, um romance que junta o autor ao mais reconhecido dos escritores portugueses, José Saramago (...). Na Lisboa de finais dos anos noventa, um jovem escritor em crise vê o seu caminho cruzar-se com o de um grande escritor. Dessa relação nasce uma história que mescla realidade e ficção, um jogo de espelhos que coloca em evidência alguns dos desafios maiores da literatura."
O sétimo romance de José Luís Peixoto, lançado simultaneamente em Portugal e no Brasil, é um sofisticado jogo de espelhos em torno do Nobel da Literatura de 1998
José escreve mais um fragmento da vida de Saramago: o instante em que este termina de escrever, no início de julho de 1997, o romance “Todos os Nomes”. No centro desse livro está um funcionário do Registo Civil chamado José. E esse José é só o início de uma cascata de Josés, porque ele está a ser escrito por outro José (Saramago), por sua vez escrito por outro José (o protagonista de “Autobiografia”), escrito ainda por outro José (Luís Peixoto), o autor do romance em que esta espécie de boneca russa literária se vai modulando, por entre jogos de espelhos, intertextualidades e um ímpeto metaficcional que atinge o apogeu no capítulo 20, quando finalmente se revela e explica o segredo que aproxima um velho escritor de 75 anos, já consagrado mas à beira da glória maior do Nobel, e um jovem literato, ainda a dar os primeiros passos, mas já angustiado pela perspetiva de não conseguir escrever o seu segundo romance.
A encomenda de uma biografia de Saramago, por parte do seu editor, só traz mais caos à vida já muito caótica de José. Ele só consegue aproximar-se ficcionalmente desse autor que o intimida e paralisa, recriando episódios do seu percurso como se fossem cenas de um romance, enquanto os seus problemas pessoais se acumulam, do vício do jogo ao problema do alcoolismo, passando pela relação amorosa com Lídia, uma caboverdiana que vive num prédio degradado da Quinta do Mocho. A literatura invade tudo e não só as figuras com que se cruza ecoam nomes saídos de livros de Saramago — Lídia, de “O Ano da Morte de Ricardo Reis”; Bartolomeu de Gusmão, de “Memorial do Convento”; Fritz, de “A Viagem do Elefante”; Raimundo Silva, de “História do Cerco de Lisboa” —, como há toda uma subtil rede de referências que estabelecem uma relação visceral entre o mundo em que José se movimenta e o universo literário do escritor que deve biografar. Um dos encontros entre José e Saramago, por exemplo, acontece no quarto do Hotel Bragança em que Ricardo Reis fica hospedado. E Fritz perde a visão de repente, ao viajar para Goa, como se fosse mais uma vítima da epidemia descrita em “Ensaio sobre a Cegueira”.
O principal risco de “Autobiografia” era esgotar-se no plano da mera homenagem engenhosa, mas Peixoto evitou essa armadilha, ao construir uma narrativa que se expande em várias direções, acumulando camadas de complexidade. Por um lado, cada personagem secundária surge com uma identidade forte e bem desenvolvida, como é o caso de Bartolomeu, “retornado” amargo que nunca perdoou as alegadas traições da descolonização. Por outro, traça-se, em pano de fundo, um retrato sociológico de Portugal nas vésperas da Expo-98, esse momento de ilusão quanto ao progresso efetivo do país depois da adesão à Europa.
Na véspera de partir para o Brasil, onde o livro está a ser lançado em simultâneo com a edição portuguesa, José Luís Peixoto falou ao Expresso deste seu sétimo romance, em que muitos detetarão eventualmente uma rutura estilística que o próprio se apressa a negar. “É um livro que não surge do nada. Várias das reflexões sobre a natureza da criação literária já estavam em livros anteriores. Acho que há muita continuidade com o que fiz antes.” Quanto ao título, propositadamente ambíguo, lembra que a questão autobiográfica está presente desde o primeiro livro, “Morreste-me”, sobre a figura do pai e o impacto brutal do seu desaparecimento num rapazinho de Galveias, aldeia próxima de Ponte de Sor que aparece recorrentemente na sua obra, como uma espécie de epítome de uma ruralidade desaparecida.
Numa das várias notas de rodapé com que José vai comentando a sua ficção de pendor biográfico sobre Saramago, pode ler-se que a literatura consiste em “contar-me a mim próprio através do outro e contar o outro através de mim próprio”. Peixoto admite que é essencialmente nisso que acredita, antes de acrescentar: “Na ficção procuro sempre uma troca, talvez impossível, entre eu e os outros. É nessa impossibilidade, mas também nesse desejo, que a literatura acontece.” E se a dimensão autobiográfica nunca está ausente, convém “calibrá-la” para que se torne eficaz: “Nem de mais nem de menos. Os elementos que vou buscar à minha própria experiência, e há vários neste livro (por exemplo, eu morei, como o José, num rés do chão nos Olivais), servem para garantir uma certa coerência, porque o real é sempre coerente. Esses elementos são como as rodinhas a mais na bicicleta, uma forma de evitar a queda em incongruências que podem quebrar o pacto estabelecido com o leitor.”
Há uma razão forte para que José Luís Peixoto tenha escolhido Saramago, e não outro escritor qualquer, para esta sua experiência de aproximação, e por vezes quase apropriação, de um universo literário alheio. O facto de o seu primeiro romance, “Nenhum Olhar” (2001), ter vencido o Prémio José Saramago como que se lhe colou à pele. “Ainda hoje, no estrangeiro, associam-me ao nome dele e isso assume um peso grande na forma como sou lido noutras línguas.” O facto de ter conhecido pessoalmente o escritor também foi determinante: “Aos 26 anos, via nele a personificação das minhas ambições. Era uma espécie de sonho andante.” No momento de escrever o livro, o respeito e a admiração podiam ser um entrave, mas não foram. “Para escrever um livro como este, era preciso assumir muito claramente que o Saramago que surge nestas páginas é uma personagem. O meu trabalho foi encontrar essa personagem, sabendo que nunca corresponderia completamente à pessoa real. E quis mostrar um Saramago humano, com dúvidas, com defeitos, com dilemas e aspetos menos positivos.” No fundo, olhou para ele sem reverências ou endeusamentos, tal como olha para as outras personagens. Para reconstituir alguns momentos da vida de Saramago, livremente narrados por José, leu todas as biografias disponíveis, as entrevistas longas e os livros de memórias sobre a infância. Mas sempre consciente dos limites estreitos em que se movia: “Quando eu nasci, já Saramago vivera mais de metade da sua vida. Aquilo de que tenho mais consciência é do tanto que me escapa do que foi a existência dele. Escapa-me a mim e acho que nos escapa a todos.”
Em “Autobiografia”, um aspeto que aproxima o José jovem do José consagrado é a forma como ambos vivem a angústia do segundo romance. No caso de Saramago, depois de “Terra do Pecado” (1947), levou seis anos a concluir “Claraboia”, um livro que se haveria de perder na editora em que o entregou, só sendo publicado postumamente. O trauma dessa experiência, a que se juntam outros romances iniciados mas não terminados, levou a uma espécie de travessia do deserto, de que só começaria a sair nos anos 60, antes da explosão do romancista, já nos anos 70. “Essa angústia do segundo romance fascina-me e fiz dela um dos temas centrais do livro. Uma angústia que também existiu para mim, claro. Depois do primeiro livro, já não está tudo em aberto e o caminho a seguir é sempre um dilema. No meu caso, a forma de o resolver foi um pouco extremada. Optei por escrever, quase de forma terrorista, um livro [“Uma Casa na Escuridão”] que fosse o mais radical possível.”
Se Saramago ainda fosse vivo, teria Peixoto coragem de escrever este livro? “Não sei. Acho que não. Para ser sincero, acredito que ele até poderia gostar do livro e não ficaria de certeza ofendido. Eu é que ficaria intimidado.” Quanto a Pilar del Río, que também surge como personagem, nomeadamente numa cena em que adormece ao lado de Saramago, na passagem de ano de 1997 para 1998, enquanto o escritor imagina o que o ano lhe trará (e sabemos que será o Nobel de Literatura), o problema era outro. “Foi complicado mostrar-lhe o livro, porque tive de domesticar, na minha cabeça, a especulação infinita sobre qual poderia ser a sua reação.” A reação pode ser lida numa das badanas e é uma espécie de aval entusiasmado. “Essa resposta tornou tudo mais fácil. Foi um grande alívio constatar que percebeu exatamente o que eu quis fazer. A Pilar entende, como poucos, o que é a literatura. E soube ver que este livro é só isso: literatura.”
No futuro, Autobiografia talvez se venha a constituir como o melhor romance de José Luís Peixoto (JLP) publicado até 2019, não por conter José Saramago e Pilar como personagens, não por inovar estilisticamente face à obra anterior, mas pelo notável trabalho sobre a categoria de tempo narrativo, que, deveras, ainda que firmado sobre o tempo real, especificado no texto com algum pormenor, assume a função maior de organização estrutural do romance.
De facto, o registo da escrita de JLP permanece igual: um cruzamento original entre um explícito realismo (nome de ruas, bairros, descrição física e psíquica de personagens, origem geográfica ou étnica destas, profissões, condições familiares…) e um lirismo descritor de situações sociais labirínticas que, contra a vontade das personagens, as arrastam para o fracasso, um fracasso descrito de um modo fatal, inevitável, ainda que com palavras suaves, como se fosse próprio do homem não realizar-se. O lirismo, em JLP, reside na impossibilidade de se realizar o que deveria ser realizado, lançando as personagens num jogo mental não trágico de compensação e substituição.
Bucelas, Bairro da Encarnação e Bairro das Colónias em Lisboa, Pangim-Goa, Santo Antão-Cabo Verde, Quinta do Mocho-Sacavém e Lanzarote constituem-se como as bases do realismo de Autobiografia. Saramago/Pilar, José/Lídia, Bartolomeu de Gusmão (lembram-se?), Fritz e os pais, Mãe de José são, com excepção do primeiro par, seres fracassados, que parecem arrastar-se num tempo de decadência das suas vidas (Bartolomeu, Fritz, Mãe de José), que igualmente aprisiona as personagens jovens (José, Lídia, Domingues), incapazes de criar um tempo realizador novo.
O tempo narrativo nasce da inter-relação entre os momentos da existência das personagens, formando um puzzle, no qual, porém, um novo momento temporal da narração não só condensa todos os momentos e factos narrados anteriormente como revela um sentido antes oculto à história narrada, como se, em cada capítulo, uma outra estória estivesse a acontecer e o romance avançasse por camadas sucessivas. Não se trata de cronologia, aqui totalmente subvertida, não se trata de continuidade ou de sucessividade narrativa (não existe um fio de ligação senão que são sempre as mesmas personagens, estas porém evidenciadas coleidoscopicamente, como se em cada capítulo brilhasse apenas uma vertente), mas de acumulação de acontecimentos, como se fossem estratos geológicos uns sobre os outros. A estrutura temporal de Autobiografia é, assim, um tempo de acumulação de acontecimentos cuja presumível unidade ou fil rouge só pode ser conferido pelo leitor. É a grande participação do leitor, prestar unidade ao que é mostrado multiplamente, detectar o todo onde só se vê partes. Autobiografia exige, assim, um leitor nada preguiçoso, aliás, convidado pelo narrador a participar, já que em certos momentos, fundem-se narração da realidade exterior e a própria realidade exterior, narrador e leitor.
Não é de admirar, portanto, que consoante o leitor privilegie uma personagem (por exemplo, Bartolomeu, retornado de Angola, Fritz de família com origem em Goa, depois Lourenço Marques, depois Viena de Áustria; ou Lídia, de Santo Antão, depois Quinta do Mocho…), assim tenha uma visão geral diferente do romance: o de um Império a desfazer-se (Fritz, que “cega” no retorno a Goa), a do “retornado” africano como um faz-tudo exilado em Portugal, capaz de reconstruir a vida, de enriquecer de novo a partir de diamantes trazidos enfiados no ânus; a de Lídia cabo-verdiana, serviçal dos portugueses, arrastada na miséria, sem nunca perder a doçura e a alegria; a de Domingos, cabo-verdiano que sobrevive pela violência…).
No centro desta teia, emerge Saramago e, acessoriamente, Pilar, representada de um modo passivo e não como o intenso amor maduro do escritor (e é pena!). No centro do romance está Saramago e no centro desta personagem está um segredo, que o une a José, o jovem escritor de um primeiro romance, que anseia por escrever o segundo. O editor – Raimundo Benvindo Silva, que JLP eleva de revisor e autor a editor –, diferentemente, propõe-lhe escrever uma biografia de Saramago, que José aceita hesitantemente.
Não devemos revelar o “segredo”, nem devemos revelar se, afinal, José escreve ou não a biografia de Saramago, já que seria anular o efeito suspensivo que o autor imprimiu a Autobiografia – duas revelações só feitas perto do final. E, no caso do título, nem nós temos a certeza qual o verdadeiro autor de “autobiografia”, se Saramago, que assim teria inventado a personagem José para se auto-retratar, e todo o romance seria seu enquanto personagem, se de José, que assim escreveria um romance a narrar a terrível passagem entre o primeiro e o segundo romances. Quem é o autor implícito de Autobiografia, já que o explícito é JLP? A resposta a esta questão, que só pode ser pensada a partir da leitura dos momentos finais, decide a totalidade da interpretação e do sentido do romance. Comprovando a noção de tempo acumulativo (um momento sobre outro, mas não necessariamente um momento causado e derivado do anterior), da resposta que o leitor deduzir, decorrerá o sentido total de Autobiografia.
Não hesitamos em qualificar Autobiografia como o melhor romance português publicado até ao verão de 2019.
(Crítica do romance Autobiografia, de José Luís Peixoto)