"Con la pandemia y confinamiento hemos perdido el futuro": José Luis Peixoto
Tras 12 años ausente de la poesía, el escritor, uno de los novelistas contemporáneos más aclamados en Portugal, presenta "Regreso a casa"
Al escritor portugués José Luís Peixoto la pandemia lo regresó a casa, no sólo lo confinó con su familia en Oeiras desde donde mira el Océano Atlántico, además lo regresó al hogar de su infancia en Galveias, donde nació en 1974, lo devolvió a su tiempo pasado, a sus padres y hermanos; y desde esa memoria y desde el presente nació Regreso a casa, el libro que acaba de publicar en México Cuadrivio y que marca el retornó de Peixoto a la poesía, género que le ayudó a enfrentar la incertidumbre ante la pandemia de Covid-19.
Tras 12 años ausente de la poesía, el escritor que es considerado uno de los novelistas contemporáneos más aclamados y leídos en Portugal, regresa a los poemas, “en el tiempo de cuarentena resultó más fácil para mí escribir poesía, pues tiene un discurso propio y una lógica propia, un lenguaje que permite también una síntesis y una confrontación con aspectos esenciales y al mismo tiempo metafóricos”, dice el narrador en entrevista desde Oeiras, municipio vecino de Lisboa.
Regreso a casa es el primer poemario que el narrador publica en México con Cuadrivio Ediciones, y aparece al mismo tiempo que en Portugal, Brasil, y pronto en España; “es la primera vez que tengo un libro saliendo así en cuatro editoriales independientes distintas, y en un trabajo concertado”, dice el poeta, dramaturgo, articulista, traductor y novelista, autor de Te me moriste, una de sus obras más aclamadas, y ganador del Premio Literario José Saramago 2001.
El narrador habla de la desazón sobre el futuro y de su novela Au tobiografía, recién aparecida en España, en la que propone un juego de espejos sobre la creación literaria y los límites entre la vida y la literatura, que tiene como protagonista a un muchacho parecido a él y su encuentro con José Saramago, Nobel 1998, quien consideró a Peixoto “una de las revelaciones más sorprendentes de la literatura portuguesa”.
¿La pandemia te trajo de regalo la poesía, un regreso a casa? Yo estaba escribiendo una novela, pero de un día para otro la casa se quedó llena con los hijos; también por una cierta claustrofobia que llegó en ese periodo de cuarentena decidí hacer esa pausa en la escritura de la novela y entonces poco a poco fueron llegando los poemas. Este es mi cuarto libro de poesía, pero no publicaba poesía desde 2008, hace 12 años que no tenía un libro de poesía y muchas veces comparo lo que fue la llegada de la poesía a mis días con lo que fue también en esos días de cuarentena y de confinamiento la manera en cómo la naturaleza se soltó en nuestras ciudades.
¿La poesía es una manera de regresar a casa, de decir quién es José Luís Peixoto? Es cierto, esa pregunta esencial es muy importante por la idea de la casa y la poesía: ¿quién soy?, es una cuestión que va a la raíz de lo esencial porque la casa es nuestro lugar, es nuestra posición, es el lugar donde estamos confortables y al mismo tiempo, desde un cierto punto de vista es nuestro origen; y la poesía también maneja esos conceptos, de algún modo la poesía es una casa conceptual y la casa es otra manera de decir poesía.
¿En esta vuelta al origen recuperas tu memoria? Creo que en este tiempo donde los planes que teníamos fueron cancelados o cambiaron mucho, en este tiempo en que el ritmo y la velocidad que llevábamos se interrumpió, es un tiempo que nos lleva a hacer un balance, a reflexionar sobre nuestro real destino y al mismo tiempo sobre quién es la persona que somos, creo que todos llegamos a ese punto de mirar ¿dónde estamos y quiénes somos?, y eso necesariamente se hace por el contraste con el pasado, y hacemos una cartografía desde el punto de partida hasta ahora.
¿Por eso hay una certeza de que está bien hacer un alto? En este tiempo de la pandemia, la cuarentena y el confinamiento hemos tenido la oportunidad de parar y mirar quiénes somos; vivimos un tiempo en que el futuro cambió, el concepto de futuro es muy distinto de lo que era antes, porque antes teníamos la ilusión de que el futuro era mucho más claro de lo que es ahora mismo, hoy estamos como si hubiéramos perdido el futuro.
¿Sin embargo el corazón del libro es que la vida sigue? Creo que sí, que este es un libro optimista, es un libro que intenta mantener esperanza ante esta situación porque la esperanza nos salvará, la esperanza es el combustible, la esperanza es lo que tenemos para seguir viviendo aun con dificultades tan grandes como la que estamos atravesando.
¿Hay aquí una especie de diario del confinamiento? Es cierto que este libro tiene mucho de diario no solamente por los puntos en los cuales reflexiona, aspectos directos de momentos específicos, sino también por esa dimensión íntima y personal que tiene, ese es un aspecto muy importante del libro y lo veo como uno de los elementos que más me llenan de orgullo porque mi intención con este libro hoy es que pueda tener algo de reconfortante para los otros, que pueda ser una voz que ponga al lector en contacto con su propia voz íntima, con la propia voz personal y que en este trabajo encuentren confort y apaciguamiento.
¿Un libro que se escribió y se publicó muy rápido? Hay como media docena de poemas que había escrito antes y que añadí, pero la gran mayoría de los poemas los escribí entre marzo y junio, fue una escritura muy rápida y creo que nunca había escrito un libro tan rápido, ni de poesía no de otro género. Las características especiales de este tiempo proporcionaron esa mirada, y al mismo tiempo, la poesía también exige un poco esa reflexión, cuando nombramos también tenemos que tener clara esa visión.
¿También acabas de publicar Autobiografía? Esa una novela se esperaba que saliera en abril en España y comenzar un periodo de promoción por varios países; salió en junio pero sólo en España, desgraciadamente, es una novela que tiene un título muy raro, Autobiografía, pero no es realmente una autobiografía, es una novela y tiene la gran particularidad de tener como personaje central a José Saramago que es una persona que yo conocí muy bien y que en México tiene muchísimos lectores y seguidores; espero que podamos encontrar maneras en el futuro de volver a pensar en ir a Colombia, Perú y México.
¿Has vuelto a la novela que escribías antes de Regreso a casa? Sí he vuelto, aunque nunca es fácil volver a un proyecto de novela interrumpido, siempre hay aspectos que se pierden pero uno tiene que tener conciencia de eso y estar disponible para tener un abordaje nuevo y buscar nuevas ideas, y en este caso estoy contento de haber vuelto a esta novela porque escribir una novela es un trabajo muy intenso en el cual uno se involucra de una manera muy intensa y estoy contento de haber recuperado ese trabajo.
Señalado incluso por el propio José Saramago como su sucesor en el olimpo de las letras lusas, José Luis Peixoto pisa firme en ese itinerario, armándose de valor para entremezclar su vida con la del propio creador de ‘Memorial del convento’. Un reto brutal del que José Luis Peixoto sale más que airoso, componiendo un texto lúcido y en ocasiones brillante, emocionante para los seguidores de Saramago y que respaldan a su autor como uno de los nombres de referencia de la actual literatura portuguesa.
En ‘Autobiografía’, editada en nuestro país por Random House, nos encontramos un juego de espejos, de nombres y personas que hilan sus caminos, como ya hicieran en ‘O ano da morte de Ricardo Reis’, el mismísimo Fernando Pessoa con uno de sus heterónimos, Ricardo Reis, retornado de Brasil a una Lisboa donde «o mar acaba e a terra principia» en un libro lleno de inteligencia, por el que también transita José Luis Peixoto, sabedor de sus posibilidades para hacer del territorio capitalino lugar de encuentro y ámbito mítico de libros y personajes.
Pero hacer de Saramago mito es también poner el pie en otras geografías, en la Azinhaga natal, tierra de olivos, abuelos y memorias de la infancia; pero también en el Lanzarote que lo acogió y que descubrió como ámbito imprescindible en el devenir final de su vida, territorio entre vientos y volcanes de contemplación de lo que quedó atrás, de disfrute con su pareja Pilar del Río y como impresionante escenario del que despedirse de la vida tras el viaje del elefante. Allí, donde todos los relojes de la que fue su casa marcan la misma hora, cruce de agujas en el que conoció a Pilar del Río, Saramago estableció un modesto refugio en el que al tiempo se acogía toda su vida, desde aquella aldea portuguesa, al Portugal político que lo despreció en los años noventa tras escibir ‘El Evangelio según Jesucristo’ y, como no, esa Lisboa que plantó frente a la Casa dos bicos, sede de su fundación, otro olivo, para ser memoria del compromiso del Nobel con su tierra, incluso por encima de su país.
Todo eso va fluyendo en el relato de José Luis Peixoto, tras el encuentro de un joven escritor al que se le encarga la biografía del gran literato, y que finalmente lo que busca construir, como no se cansa de repetir, es un «texto ficcional de cariz biográfico» y que lo que logra es posibilitar una biografía doble, de dos autores que como Pessoa y Reis son uno. José y Saramago, dos personas en una. «José era yo» ya escribira Peixoto de manera premonitoria en 2010. Dos tiempos diferentes, dos edades en la misma persona. Brillante. Y eso, tan complejo de gestionar como elemento literario, es lo que vamos encontrando en un relato en el que las dudas nos asaltan sobre quien realmente está escribiendo la biografía de quien.
Un libro, por lo tanto, lleno de momentos portentosos, instantes repletos de imaginación que nos conducen directamente a la obra de Saramago, como cuando la propia Pilar del Río lo miraba y era capaz de mirar a través del autor de ‘Ensayo sobre la ceguera’ como la inolvidable Blimunda, protagonista de aquel ‘Memorial del convento’ capaz de mirar en el interior de las personas, y que precisamente fue el texto culpable de que ambos se conociesen. El libro está trufado de esas complicidades entre la vida y la obra de José Saramago que lentamente se van colmatando a lo largo de estas páginas que fracturan los límites entre la literatura y la vida, que hacen de lo biográfico y de la fi cción un tira y afloja en un total desafío que muestra la genialidad del este escritor.
José Luis Peixoto nació también en un pequeño rincón portugués, Galveias (título de una de sus novelas más interesantes) en 1974 y que con su primera obra, ‘Nadie nos mira’ logró el Premio José Saramago, lo que le sirvió para unir prematuramente su destino al de quien enseguida mostró su interés por aquel autor del que llegó a decir que es «un hombre que sabe escribir y que será el continuador de los grandes escritores». Lejos de sentirse aplastado por esa presencia José Luis Peixoto ha ido diversifi cando su obra desde la poesía, que lo trajo hasta nuestra ciudad en 2015 para participar en una edición de Pontepoética, el cuento infantil, la literatura de viajes o el teatro.
Esta ‘Autobiografía’ es un escalón más en esa carrera como escritor, pero sobre todo lo es en ese deambular por una vida que se cruza una y otra vez con la suya. El Hotel Bragança, la Rua do Alecrim, el Cais do Sodré... itinerarios de sombras que se cruzan y componen un mismo personaje, ese que el tiempo y la palabra dejarán para la posteridad como un relato propio desde el que narrar al otro. Desde el que tensionar una escritura llena de espejos líricos en los que refl ejar a uno y otro José, al José Saramago y al José Peixoto.
El rumbo de José Luís Peixoto habría sido otro si no hubiera existido ese encuentro, a comienzos de octubre del 2001. Tenía 26 años, una novela terminada, algunos poemas, y la idea de ser escritor metida en su cabeza. Venía de un pueblo pequeño del interior de Portugal, Galveias, en la región de Alentejo. Allá, en su niñez, leía los libros que tomaba prestados de un camión que cada mes llegaba cargado de literatura y se estacionaba en la plaza a la espera de lectores. También ayudaba a su papá, que era carpintero.
A los dieciocho años, con la literatura atravesada, se fue a Lisboa a estudiar Lenguas Modernas. Llegó a la capital, pero seguía con su pueblo adentro. Su padre murió, y esto lo llevó a escribir el que sería su primer libro: Te me moriste, el relato de su duelo, de su tristeza, del regreso del hijo a la casa del padre habitada ya solo por los recuerdos. Peixoto no tenía editorial para publicarlo. De manera que él mismo fue su editor y su distribuidor: con algo de ahorros hizo las primeras copias y recorrió las librerías dejando ejemplares. Se lo vendía a sus amigos, le dio vida. Al mismo tiempo empezó a pensar en su primera novela, que de forma natural situó en Galveias. La llenó de personajes conocidos aunque sin nombres propios. La tituló Nadie nos mira.
Esa novela fue precisamente la que provocó el encuentro del 2001. Porque, sin que eso estuviera en los mejores sueños de Peixoto, resultó ganadora del Premio Literario José Saramago. A partir de ese momento cambió todo para él. Saramago ya era una figura inmensa en las letras mundiales, tres años atrás había ganado el Nobel de Literatura, y esto dijo de Peixoto: “Es una de las revelaciones más sorprendentes de la literatura portuguesa. No tengo duda de que es una promesa segura de un gran escritor”. Lo que vino para él después de recibir ese premio fueron más novelas escritas que lo consolidaron, en efecto, como un nombre clave de las letras de su país y también entre los lectores de habla hispana.
A Nadie nos mira le siguieron obras como Cementerio de pianos, En tu vientre, Galveias, que han sido traducidas a más de veinte idiomas y lo han situado en un universo literario muy preciso, habitado por el mundo rural, con temas de reflexión en los que está presente la familia, las relaciones entre padres e hijos, el duelo, la identidad. Cada obra escrita con un cuidado minucioso. Eso es algo que en Peixoto es casi una obsesión. Empezó escribiendo poesía –en un país de poetas– y los principios de este género los trasladó a su narrativa. En sus novelas cada palabra es elegida y puesta en la página porque se ha ganado ese lugar. “Escribir literatura es escribir despacio”, dice, y ese tiempo para pensar cada frase y cada imagen se percibe al leerlo.
Hace diez días publicó su nueva novela: Autobiografía, que ha sido para él uno de sus mayores desafíos: tiene a Saramago como protagonista. La novela narra la historia de dos escritores llamados José. Uno que comienza, otro consagrado. ¿O es, en realidad, solo uno? Es una obra ante la cual hay que estar muy atento en cada línea, llena de detalles reales de la vida de Saramago y alimentada también por una trama de ficción. Una novela que habla de la identidad, de los límites de la biografía, y también hace un reconocimiento a ese momento que él define como uno de los más importantes de su vida: cuando conoció al nobel portugués. Desde su casa en Lisboa, donde pasa estos días de confinamiento –tiempo en el que volvió a escribir poesía, después de varios años de estar alejado de los versos– José Luís Peixoto habla de esta nueva novela.
¿Cómo nació 'Autobiografía'? Empezó con una idea muy sencilla, pero que al mismo tiempo me imponía un desafío: crear una novela que tuviera a José Saramago como personaje. Era algo que me sonaba arriesgado por muchos motivos, sin embargo, se quedó durante un par de años en mi cabeza. Llegué a la conclusión de que debía escribirla porque era la manera de afirmar una cantidad de cosas que son importantes para mí. Entonces lo primero que hice, todavía sin haber escrito una sola palabra, aunque ya con mucho más construido que solo esa idea inicial, fue hablar con Pilar de Río, la esposa de Saramago, la persona que tenía la relación más estrecha con él. Yo la conocí el mismo día que a Saramago, en el 2001, cuando gané el premio que lleva su nombre. Y a lo largo de los años hemos seguido en contacto, incluso mi novela Galveias fue traducida por ella. Tenemos una relación cercana. Para mí era claro que si Pilar no estaba de acuerdo, yo no iba a escribir la novela. Porque era una posición muy sensible: no sólo iba a utilizar a Saramago como personaje, sino a ella misma.
¿Qué le dijo? Su respuesta fue muy favorable. Así que empecé a trabajar la novela. El tiempo de escritura tuvo muchas dificultades, parte de ellas fruto del hecho de que estaba trabajando con Saramago, con la responsabilidad que esto implicaba desde un punto de vista literario y también personal. No ha pasado mucho tiempo desde su muerte y sigue siendo una figura muy presente en Portugal y en los lectores en diferentes partes del mundo.
¿Qué relación tenía con Saramago y con su obra antes del 2001? Antes de ese año no imaginaba que fuera a conocerlo. Era lector de su obra. Tenía una novela firmada por él, Memorial del convento. Lo busqué en una ocasión para que me la firmara y sucedió algo curioso: en esa dedicatoria Saramago escribió mal mi nombre. No puso Peixoto sino Pacheco. Es una anécdota divertida porque yo pensaba: la gente va a creer que me robé esa novela. Pero sí, mi relación era solo como lector. Cuando ganó el Nobel, en el 98, fue un impacto tremendo en Portugal. Es cierto que ya era un enorme escritor y tenía una presencia muy grande en el país, pero ese fue un reconocimiento que se sintió mucho. Entre otras cosas porque fue el primero y hasta el momento el único Nobel de la Literatura del idioma portugués. Y eso, sin duda, es una gran cosa. Por eso cuando obtuve el Premio José Saramago fue una locura. Al mirar hacia atrás no puedo imaginar mi vida sin ese momento. Eso me definió.
Hay una frase en 'Autobiografía' que dice: “José Saramago me dijo muchas veces: José, tienes que pensar en tu obra. José era yo”. ¿Se lo dijo así? Sí, fue una de las cosas que más me repitió. Supongo que lo hizo porque éramos de generaciones muy distintas y habíamos vivido experiencias muy diferentes. A partir del 2001 seguí encontrándome con él frecuentemente. Incluso viajamos juntos a ferias del libro, como la de Buenos Aires. Era impactante tener ese ejemplo ahí cerca, esa persona que vivía una vida que yo comenzaba. Porque yo venía abriendo las puertas de un mundo desconocido. Había publicado mi primera novela sin garantías y un año antes había sacado mi primer libro por mi cuenta. Y después estaba junto al nobel de literatura. De algún modo, mientras escribía esta novela, fue interesante confrontar nuestras historias casi opuestas. Yo tuve un éxito grande con la primera novela. El premio hizo que empezara a ser traducido a otros idiomas, que comenzara a viajar como escritor, y a partir de ahí seguí escribiendo. Saramago publicó su primera novela con 25 años y las cosas salieron muy mal. Su segunda novela no se publicó y se quedó muchos años sin escribir.
Esa es una de las líneas centrales de Autobiografía: la historia del José joven que se debate por escribir su segunda novela, parecido a lo que vivió Saramago. Él publicó su primera novela, Tierra de pecado, y después hizo varios intentos por escribir la segunda. Todavía hoy existen ejemplares de esos intentos. Al final logró hacerla, es Claraboya, y la envió a un editor que lo ignoró. No le contestó y se quedó con el único manuscrito. Años después, ya en la década de los ochenta, cuando Saramago había publicado algunos de sus libros más conocidos, ese mismo editor lo buscó y le propuso publicarla. Saramago se quedó con el original y rechazó la propuesta. Solo después de su muerte la novela se publicó. Es una obra que está lejos de lo que haría años más tarde, pero tiene aspectos muy interesantes.
Decía que uno de los motivos para escribir Autobiografía fue afirmar cosas que para usted son importantes. ¿Cuáles? Empezando por el título: Autobiografía, que ya pone sobre el tapete una cuestión fundamental respecto a la relación entre la ficción y lo biográfico, o autobiográfico. Eso es muy importante para mí, reflexionar sobre esto, porque como escritor es algo que está muy presente en mi trabajo. Esta novela está hecha de tres flujos: la memoria, donde pongo los tiempos que pasé con Saramago y otras referencias personales; la historia, con los hechos de su vida, que son reales, además de alguna relación con la historia de Portugal en ciertos momentos; y la ficción, como elemento fundamental que le da forma a todo yo convierte en una narrativa literaria. Sin embargo, hay otro elemento que en este punto de mi vida era muy importante afirmar, y es mi relación con Saramago. Porque, como decía, mi vida cambió después de conocerlo. Es muy difícil contar mi historia sin su presencia. La novela también es ese reconocimiento. Y al mismo tiempo es una reflexión sobre la influencia, sobre la paternidad, que es un tema muy presente en mis libros. Y por supuesto sobre la escritura misma. La escritura es la vida.
¿Cómo es la relación de esta novela con el resto de su obra? Me lleva por puntos que ya había abordado, pero que aquí llegan un poco más lejos. Por ejemplo, el hecho de utilizar como personaje a una figura histórica, algo que había hecho en Cementerio de pianos y En tu vientre. Es cierto que las de esos libros son figuras distintas de Saramago, pero tienen en común que existieron históricamente. El tema de la escritura lo había tratado de alguna manera en mi novela Libro, aunque de un modo menos directo. Autobiografía está muy ligada con la escritura, con eso que llaman la metaliteratura, los distintos papeles presentes en el texto, el narrador, el autor, el personaje.
Una de las partes de la novela son los cuadernos del escritor joven, que está haciendo una biografía de Saramago. Cuadernos que muestran sus avances, sus retrocesos, sus dudas sobre el proyecto. ¿Es un método que usted también usa al escribir? Ese cuaderno de la novela es un intento de reflejar el proceso de la escritura. Yo uso bastantes cuadernos mientras escribo, hago anotaciones por todas partes. Es muy útil para organizar el pensamiento. Porque realmente escribir es eso: buscar una organización. Al nombrar las cosas, las concretas. Escribir, de algún modo, es un pequeño proyecto de construcción de un mundo.
¿Y esta vez también hizo muchos borradores que se fueron a la basura? Siempre los hago. Mientras escribo no soy muy ecológico porque gasto muchísimo papel. Incluso esta novela, cuando ya tenía docenas de páginas escritas, decidí pararla y volverla a comenzar. Tuvo dificultades que vienen de la forma que propone, porque desde el punto de vista estructural es un poco compleja; tiene algunos obstáculos que la hacen desafiante para la lectura y, por supuesto, también fueron desafiantes durante la escritura.
¿Las frases textuales que utiliza, y en general toda la historia, lo llevaron a hacer una relectura de la obra de Saramago? Releí solamente El año de la muerte de Ricardo Reis. Lo otro fueron cosas que leí por primera vez, no solo textos de Saramago, sino biografías y trabajos alrededor de su obra. El año de la muerte… sí porque la novela que escribí tiene una relación directa, conceptualmente hablando, con esa novela. En ella Saramago escribe sobre Pessoa y Ricardo Reis, y sobre Lisboa. En mi novela también tenía la idea de escribir sobre otro autor y hacer un cierto retrato de Lisboa, aunque la Lisboa que yo describo no es la misma.
Es más periférica, sí. Y en está novela también está presente lo rural, centrado en Bucelas. Ese lugar simboliza mi Galveias. Se me dificulta no tener relación de algún modo con lo rural. Es un aspecto muy importante para mí y es algo que tiene mucho que ver con el Portugal de mi generación. Es un país con un vínculo muy fuerte con su interior. Así Lisboa sea hoy una ciudad muy cosmopolita, con conexiones con el mundo y todas esas cosas, hasta hace unas décadas era una ciudad muy conectada con la ruralidad.
La visión política de Saramago está tratada también, aunque no con protagonismo. ¿Ese tema sigue provocando pasiones en Portugal? Saramago genera sentimientos fuertes, positivos y negativos. Porque estuvo siempre muy comprometido. Todavía no se mira con ojos consensuados. Es un símbolo para el Partido Comunista portugués. Tuvo conflictos con la Iglesia. En fin, despierta reacciones diferentes y muy fuertes aquí. En la novela me pareció una cuestión de justicia ponerlo como escritor y en su dimensión literaria. Es cierto que él mezclaba los dos mundos, política y literatura, pero en este caso he privilegiado lo literario, sin ignorar del todo su aspecto político. Pero no lo pongo en primer plano.
¿Cuál libro de Saramago lo ha marcado más? Esa respuesta cambia con frecuencia. Depende más de mí que de los libros. Pero hoy el que elijo es Levantado del suelo. Un libro que trata de ese periodo de la historia de Portugal de los años 70, después de la revolución, y sucede en la región de Alentejo, que es mi región. En esa novela Saramago pone en evidencia todas sus calidades literarias.
Sin entrar a develar la trama de la novela, se siente que también quiso crear un juego de espejos. Una reflexión sobre la identidad. Creo que todo libro, sobre todo la literatura, plantea una pregunta sobre la identidad. Hay una frase en la novela: “Contarme a mí mismo a través del otro. Contar al otro a través de mí mismo”. Eso es la literatura. Aprendemos más sobre los otros por lo que vemos en nosotros mismos y de nosotros por lo que vemos en los demás. Por eso, para reflexionar sobre uno mismo, es importante buscar ese otro que llevamos dentro y mirarlo con alguna distancia. Los espejos permiten que uno se mire y tome la medida de sí mismo.
La novela comienza con una frase que evoca un final y termina con una frase que anuncia un principio… Empieza con un fin y termina con un inicio. Es también la idea de que la escritura, y la historia de la escritura, de la literatura, es como una cadena: unos llevan algo que lo pasan a otros, estos otros siguen y después lo pasan a otros y continúa. No solo en la literatura, sino en la vida.
¿Estos días de confinamiento le han dado alguna idea de escritura? Tenía una novela empezada cuando todo cambió. Y en realidad sentí alguna dificultad para continuarla. Entonces paré y, poco a poco, comencé a escribir poemas. Tengo tres libros de poesía, el último del 2008. Ha sido increíble ver cómo en este tiempo pude terminar un libro de poesía. Va a salir en septiembre en Portugal, Brasil y México, traducido al español. Los primeros poemas estaban relacionados con la cuarentena, después evolucionaron hacia otros temas más generales y también más personales, que es una marca de mis versos. Estoy muy contento con este nuevo libro de poesía. Es como un regreso a casa.
UN NUEVO POEMA DE PEIXOTO: Nos miramos a los ojos por internet.
Yo te transmito este domingo por la tarde la voz del vecino a través de la pared.
Tú me transmites la distancia que existe después de lo que logro ver por la ventana.
Durante la noche cambió la hora y sin embargo, continuamos en el tiempo de ayer.
Qué extraño es este domingo, no podemos garantizar que mañana sea lunes.
El futuro se perdió en el calendario, existe después de lo que logramos ver por la ventana.
El futuro dice algo a través de la pared, pero no entendemos las palabras.
Nos lavamos las manos para evitar ciertas palabras.
Y aun así, en este tiempo extraño, observa: tú y yo estamos juntos en este verso.
El poema es como una casa, tiene paredes y ventanas, está habitado por el presente.
Nos miramos a los ojos por internet, estamos verdaderamente aquí.
José Luís Peixoto: «Hoy en día Saramago lucharía contra la muerte de las utopías»
Cuando se cumplen 10 años de la muerte del Nobel, el escritor portugués publica en España 'Autobiografía' (Literatura Random House), un complejo juego de espejos entre realidad y ficción donde convierte a Saramago, a quien trató en sus últimos años, en personaje.
ANDRÉS SEOANE
José Luís Peixoto. Foto: Patricia Pinto
“Saramago escribió la última frase de la novela”. Estamos en 1997 y la susodicha no es otra que Todos los nombres, la última del escritor antes del Nobel, protagonizada por un José cuyo amor por el nombre de una desconocida mujer le lleva a una delirante búsqueda. Y de Josés parece ir la cosa, porque cuando se cumplen hoy diez años de la muerte del escritor su compatriota José Luís Peixoto (Galveias, 1974) publica en España Autobiografía (Literatura Random House), la historia de un joven escritor, llamado -¿adivinan?- José, cuya trayectoria se cruza, en varias ocasiones, con la de un José Saramago transmutado en personaje. Un homenaje no exento de riesgos, pues como asegura el autor «Saramago, aunque ya haya muerto sigue muy vivo como autor y como símbolo de gran cantidad de cosas en Portugal».
“Conocí a Saramago en 2001, cuando gané el premio que lleva su nombre, y comparto gran cantidad de características con él, tanto vitales, especialmente de crianza, como literarias a nivel de búsquedas e intenciones”, explica el escritor, que explora estas similitudes y diferencias a través de un juego de espejos donde las obras y personajes de Saramago toman vida y forma en una Lisboa que se confunde con la del propio Peixoto y cuyas vidas interactúan con los hechos reales de la biografía de Saramago. Cuando se cumple una década de la desaparición del Nobel portugués, uno de sus más aventajados herederos, a quien llamo “promesa segura de un gran escritor”, recuerda sus múltiples facetas, que abarcaron todos los escalones de la sociedad, y especialmente su papel de escritor.
Pregunta. Desde su debut ha explorado mucho la vía autobiográfica y la tensión entre realidad y ficción, aquí un tema clave. ¿Cómo lo aborda, qué intenta narrar de esta simbiosis siempre presente en la vida?
Respuesta. La clave de esta dicotomía es precisamente esa, que es parte de la vida de todo el mundo. La propia memoria es una construcción narrativa, y es esencial para que cada persona construya su identidad, su lugar en el mundo. Las dudas en torno a la relación entre autobiografía y la ficción y el papel que cada uno de esos aspectos tiene en la literatura son tan antiguos como la propia literatura y es una exploración inagotable. Me parece que asistimos a la paradoja de que en la literatura, como muchas veces en la vida, estamos ante aspectos que son realidad y al mismo tiempo son ficción, porque no hay una frontera muy clara entre esos dos planos. Coexisten, y aceptarlo me parece que es aceptar un aspecto fundamental de la existencia.
P. La novela narra el encuentro entre un escritor en la cúspide posible de su fama y otro que sólo ha publicado una novela. Usted, que está en el medio, ¿por qué explora ambos vértices?
R. En este punto se mezclan temas personales con la propia biografía de Saramago. Por un lado, quería explorar el impacto que supuso para mí conocer a Saramago con 26 años, que fue muy fuerte, porque entonces no tenía ninguna certeza con respecto a mi escritura. Sólo había publicado una novela, y esa relación y su confianza me cambiaron la vida. Al mismo tiempo, en la vida de Saramago hay otro aspecto enormemente determinante que tiene que ver con lo ocurrido tras publicar su primera novela, que fue casi el revés de mi caso. Yo tuve éxito y ese gran apoyo y él tuvo lo opuesto. Tras publicar Tierra de pecado (1947) tuvo una dificultad impensable para escribir la segunda, incluso hoy en día se pueden encontrar sus esfuerzos, repartidos en cinco o seis bocetos inacabados… Fue tan traumático que estuvo muchos años sin escribir novela, lo que cristalizó en esa historia tan inhabitual de alguien que publica a los 25 años y tras estar sin hacerlo más de esos años, saca un libro y tiene un impacto tremendo.
P. Saramago sigue siendo un personaje omnipresente en Portugal, ¿qué diferencias hay al crear ficción más o menos basada en la realidad frente a incluir un personaje real tan sumamente conocido? ¿Hay un verdadero Saramago o cuántos Saramagos existen?
«Decidí que si le robaba sus características humanas dejaría de ser una persona. Y Saramago, con sus virtudes y defectos, siempre fue persona, incluso antes que escritor»
R. Mentiría si dijera que no ha sido mi novela más difícil. Al escribir pensaba siempre en todas las personas, conocidos suyos o no, que podrían tener una expectativa del Saramago personaje, de quien todo el mundo tiene una idea u opinión. No es fácil lidiar con la expectativa en ningún texto, pero aquí fue especialmente delicado porque tuve que mentalizarme para poder colocar cómodamente al personaje en las situaciones que la novela me pedía. Si Saramago aparece frágil o no es siempre un heroico en sus actos u opiniones, es lo que hay, porque decidí que si le robaba sus características humanas lo estaría distorsionando y dejaría de ser una persona. Y Saramago, con sus virtudes y defectos, siempre fue persona, incluso antes que escritor.
Además, Peixoto contó con dos elementos más que le legitimaron a la hora de hacer esta transformación literaria de Saramago. Primero, el nihil obstat de su viuda, Pilar del Río, al corriente del proyecto desde el primer día. “Antes de escribir una sola palabra se lo comenté a ella, a quien conocí el mismo día que a Saramago, y su ánimo me dio alas. Pilar entendió mis intenciones y eso me tranquilizó, porque ella misma es un personaje del libro”. Por otro lado, Peixoto contaba con la tácita autorización del propio Saramago, quien tomó en su día prestado a otro gran icono de la literatura lusa, Fernando Pessoa, para escribir su novela El año de la muerte de Ricardo Reis (1984), también un juego de múltiples dimensiones donde aparecen el escritor y su heterónimo. «La literatura está hecha de espacios vacíos que deben ser llenados, debe ser libre para jugar con las figuras del pasado y darles nueva vida», afirma el escritor.
P. En sus últimos años tuvo bastante relación con Saramago a raíz de ganar su premio homónimo, ¿cómo era el José Saramago que conoció? ¿Qué es lo que más recuerda de él?
R. Lo que me impactó más fue la atención que tuvo con un escritor como yo, debutante incierto, porque una novela no significa nada, es muy posible escribir la primera y por una gran cantidad de razones no seguir en la literatura, como él bien sabía. Cercano a los 80 años y ganador del Nobel tres años atrás, estaba viviendo al máximo su proyección internacional y al mismo tiempo seguía escribiendo incansable. Y, aun así, tenía tiempo de leer mis textos, de comentarlos, de darme su opinión, que siempre era muy sólida, muy difícil de contraargumentar. Ese fue otro rasgo que me marcó mucho y creo que es una de sus características, incluso, públicas, más notorias: la fuerza de su convicción. En ese punto de su vida Saramago tenía una fuerza de convicción enorme, que era lo que alimentaba su acción de escritura o de vida en todo momento. En la novela se sugiere que no siempre fue así, que, durante su vida, claro, tuvo momentos de duda, de incertidumbre, pero yo esa persona no la conocí. El Saramago que yo recuerdo estaba lleno de convicción y tenía una fuerza magnética impactante.
«El Saramago que recuerdo tenía una convicción enorme, que alimentaba su acción de escritura y de vida, una fuerza magnética impactante»
P. También ha comentado que te sirvió como ejemplo en muchos aspectos, no solo literariamente, sino, por ejemplo, en cómo el escritor se comporta en sociedad. ¿Cómo veía Saramago la implicación social del escritor y el papel de la literatura y cómo la ve usted?
R. No tengo necesariamente la misma visión que él, porque hay que tener presente la gran diferencia generacional que nos separa. Saramago nació antes del inicio de la dictadura de Salazar y yo justamente al final. Él vivió los avatares políticos y sociales desde los años 30, y todo lo que comportaron, y eso afectó lógicamente a su idea de la presencia social del escritor. Pero con estilos distintos, el suyo más directo, más político, digamos, ambos coincidimos en que el escritor no puede renunciar a la presencia, porque si escribe y publica ya tiene un papel, una implicación con su comunidad. Y es fundamental que ese papel tenga una intencionalidad, que la obra encierre de algún modo lo que el escritor lee en la sociedad y que éste lo exponga con intención de contribuir a su desarrollo. El escritor vive en su época, usa las palabras de su época, y tiene el deber de ser un analista de ella y no rechazar su papel y su lugar.
P. De hecho, esta novela, además de la historia metaficcional de ambos escritores, está llena de pinceladas de sus grandes temas como la emigración, el colonialismo, el atraso de lo rural… ¿Un escritor nunca escapa de sí mismo al escribir?
R. Personalmente no creo ni que sea deseable. Muchas veces esos temas existen en la obra de un autor por razones necesarias, surgen porque son lo que el autor realmente debe narrar. Desgraciadamente, uno no sabe sobre todo, tiene sus temas, que le tocan particularmente por algún motivo personal o de intereses y si sigue escribiendo sobre ellos es porque todavía no están agotados. Incluso puede pasar que haya temas que no tienen una respuesta definitiva y que pueden ocupar el trabajo de toda una vida: el amor, la muerte, qué es la realidad… temas infinitos que llevan ocupando la literatura desde sus orígenes y lo harán hasta el fin de los tiempos.
«Saramago sigue despertando opiniones muy polarizadas. Hay gente que no le ha perdonado sus posturas sociopolíticas, mientras que otra le pone en un lugar casi de santo laico»
P. Hoy mismo se cumplen 10 años de la muerte de Saramago, ¿qué significa hoy su legado y su figura para Portugal?
R. Todavía no tenemos suficiente distancia para hacer un retrato muy preciso, porque Saramago en Portugal sigue muy presente, despertando sentimientos muy polarizados y encendidos de amor y odio. Los aspectos más polémicos de su personalidad y su discurso, como la relación con la Iglesia y algunas cicatrices con respecto a lo que fue la Revolución de los Claveles y la transición a la democracia siguen candentes y hay gente que no le ha perdonado, mientras que otra le pone en un lugar casi de santo laico. Pero creo que esta es una situación que no desagradaría a Saramago, porque estos dos polos de amor y odio han estado bien presentes en su vida y él, como reflejan los Cuadernos de Lanzarote, era plenamente consciente de los efectos positivos y negativos que generaba en la sociedad portuguesa. Lo que ya empieza a ser indiscutible, y esta novela incide en ello, es la influencia de Saramago como figura literaria en la narrativa portuguesa, en lo que es la literatura portuguesa hoy. Porque en ocasiones el aspecto sociopolítico ha difuminado al escritor, pero hoy ya nadie cierra los ojos ante ese estilo y temas tan particulares, que han tenido un impacto tremendo.
P. Vista la deriva de una sociedad con la que siempre el Nobel fue muy crítico, y su reclamo de humanidad, ¿qué pensaría hoy Saramago del Portugal, de la Europa y del mundo actual?
R. Saramago tenía una visión enormemente amplia, de pensador más que de escritor, y no tengo dudas de que seguiría siendo bastante crítico con el mundo actual especialmente en un aspecto: la muerte de las utopías. Saramago tenía una visión optimista del futuro que hoy en día hemos perdido la osadía de tener. Nos han amputado la capacidad de soñar, de imaginar un mundo mejor y de criticar la desigualdad y contra esa gran pérdida lucharía Saramago, porque su gran creencia fue en el ser humano, en su capacidad de alcanzar la excelencia, de alcanzar un mundo más justo.