Como una de las figuras centrales de la actual literatura portuguesa, José Luís Peixoto traza en esta entrevista un mapa de las nuevas voces de la narrativa en su lengua, y habla de las pulsiones en su propia obra: los viajes y el heavy metal.
POR ALMA DELIA MIRANDA
Chamarra y jeans negros, cuerpo atlético de quien corre todos los días sin importar la ciudad en la que se encuentre, José Luís Peixoto camina con paso decidido y bien dispuesto por lo pasillos que conducen afuera de la Biblioteca Central de la UNAM, donde el fotógrafo le ha pedido posar. Con entusiasmo, trata de explicarle a Patrícia, su mujer, qué es el chicharrón y lo bueno que sabe. Él llegó el día anterior de Brasil y ella de Lisboa, es su primera vez en México y la segunda para él. Diez años han pasado desde su visita en 2008, cuando venía arropado por el Premio José Saramago que había ganado en 2002 por su novela Nenhum olhar (Nadie nos mira) y por el propio Nobel, con quien cultivó amistad. Es otoño del 2017 y José Luís Peixoto constituye uno de los pilares de las letras portuguesas contemporáneas. Nacido en 1974 en un pequeño pueblo de la región de Alentejo, en donde no había bibliotecas locales, Peixoto se moldeó una personalidad vivaz cuya escritura no conoce límites. Su obra abarca la narrativa, la poesía, la crónica de viajes, la literatura infantil y colaboraciones con grupos musicales portugueses, la más ambiciosa hasta ahora con Moonspell, banda de heavy metal. En 2003 realizó con ellos un proyecto en conjunto: el grupo publicaría su disco The Antidote y Peixoto escribiría las narraciones de Antídotoinspirado en el espíritu del disco de la banda. Dentro del secreto (2012) recoge las experiencias del autor en Corea del Norte y O Caminho Imperfeito (2017) traza una mirada poco turística sobre Tailandia. Peixoto, quien viajó a México para participar en la edición 2017 de la FIL, mantuvo un encuentro de casi tres horas con la comunidad de Letras Portuguesas de la UNAM. Antes de firmar y dedicar varias decenas de libros, y conversar cordialmente con cada uno de los estudiantes que esperaron pacientemente en la fila, el portugués respondió a las siguientes preguntas de Confabulario.
Cómo lector, ¿cómo fue su encuentro con literatura?
Yo soy originario de una región del sur de Portugal, no muy lejos de la frontera con España, y ahí los libros no eran un bien muy común. Por eso, la primera conexión con la literatura, lo que cambió mi mirada, fueron las bibliotecas itinerantes. Llegaba una vez al mes a la plaza principal del pueblo y nos llevábamos los libros y los devolvíamos al mes siguiente. En esos tiempo empecé leyendo mucha literatura juvenil, como Los cinco de Enid Blyton, pero después las cosas me llevaron directamente hacia la escritura cuando descubrí la poesía. Es muy común que la poesía sea un género que les dice mucho a los adolescentes. Es una edad en la que la gente pasa por muchos cambios y por muchas cosas que son a veces difíciles de explicar o comprender y la poesía permite una reflexión y un desahogo. Para mí fue muy evidente que la poesía me permitió el descubrimiento de un lenguaje distinto al de todos los días, de una nueva manera de mirar las palabras y el mundo en general.
¿Y entonces cuándo se dio cuenta de que era escritor?
Eso fue sólo después de algún tiempo. Tenía entonces un respeto muy grande por los escritores. Al mismo tiempo veo ahora que era una distancia, una idea de que los escritores eran de una materia distinta y eran personas que existían en otra dimensión, pero después, cuando empecé a hacer experimentos de escritura y empecé a publicarlos en un periódico donde los jóvenes podían hacerlo, me di cuenta de que tal vez los escritores son como los otros y los distingue sólo el hecho de escribir y eso me liberó para seguir escribiendo y tener la escritura como ambición.
Usted estudió Letras. ¿De qué manera su paso por la universidad modificó su relación con la literatura?
Elegí Letras porque me gustaba mucho la literatura, la escritura en general. Me gustaba mucho escribir. Incluso elegí estudiar literatura en inglés y alemán, porque esas competencias ya me eran muy útiles para buscar una expresión cada vez más fiel a lo que deseaba decir y, claro, me parece que todo el conocimiento que uno pueda recoger es útil para la escritura. Si es conocimiento en él área misma de las Letras, entonces es imprescindible, se trata de tener conciencia, tener criterios y elementos que están presentes en el texto. Si no tenemos esta conciencia, no podemos buscar maneras de controlarlos o trabajarlos.
¿Usted nunca quiso dar clases?
Di clases en Cabo Verde y en Portugal, pero sólo durante cuatro años, porque después, en 2001, mi vida cambió mucho después de que Nadie nos mira ganó el premio José Saramago. Eso me dio la posibilidad de vivir de la escritura y es lo que he venido haciendo.
Usted es un viajero, ¿por qué viaja?
No es una pregunta sencilla de contestar. Es un lugar común hacer la comparación de la vida con un viaje, pero me parece que es una comparación que tiene realmente mucho que ver y ese ánimo de buscar lo que es distinto, de buscar al otro, de intentar conocerlo, me parece que es sinónimo de pulsiones elementales, fundamentales, de la vida misma. De algún modo, lo que me lleva a viajar no es tan distinto de lo que me lleva a escribir o a vivir.
¿Y por qué escribe sobre sus viajes?
Desde hace unos años me ha interesado mucho la escritura que tiene como base la experiencia. Desde el punto de vista de quien escribe, la experiencia hace una diferencia muy grande. Para mí, con la conciencia que intento tener de todo el gran patrimonio que ya existe de la literatura mundial, tener esa ambición de escribir algo que pueda añadir algo de nuevo a todo lo escrito es muy difícil. Por eso, sí tengo algo por seguro: la individualidad de mi experiencia, de mi mirada, de mi posición, de mi historia personal, por eso mis libros hasta el momento siguen mucho esas ideas desde hace unos años. El libro que publiqué en 2012 sobre Corea del Norte (Dentro del secreto), o el más reciente sobre Tailandia (O Caminho Imperfeito), pero desde antes, otros libros estaban conectados con mis experiencias personales, mi vida, es una literatura que dialoga con la autobiografía.
¿Cómo ser un viajero en tiempos del turismo?
Es un tema muy interesante, porque es un tema de hoy, es una cuestión que refleja mucho de la situación del mundo, del punto al que llegamos, de cómo miramos las cosas, cómo hacemos planes para la vida, de cómo organizamos nuestras ambiciones. Las expectativas que tenemos. Es una industria nueva que tiene por detrás una gran cantidad de equívocos y elementos que son interesantes de analizar, por eso me parece importante mirar ese aspecto.
En 2003 usted participó en un proyecto literario y discográfico con el grupo de heavy metal Moonspell, fuera del ámbito del metal, ¿cómo es su relación con la música?
La música tiene una importancia muy grande para la literatura. Me parece que la poesía, por ejemplo, tiene en su naturaleza misma la aspiración de llegar a ser música y, desde algunas perspectivas, la poesía es música. Y el texto literario tiene elementos musicales importantes, por eso hay que ponerles atención porque la forma y el sentido son inseparables. A mí personalmente me interesa mucho la música, por lo que aprendo de ella y por lo que la música expresa de la experiencia humana y de aspectos que muchas veces son difíciles de nombrar con palabras, pero que, sin embargo, son expresivos y cuya comprensión es importante y yo tengo algunas conexiones con el metal por mi experiencia de proyectos pasados, pero también he trabajado con otros géneros musicales y músicos de distintas áreas y con todos he aprendido mucho y espero seguir buscando esas lecciones, porque, como dije, la literatura tiene mucho que aprender de la música, porque en muchos aspectos la literatura también es música.
¿Estaría dispuesto a volver a tener proyectos de metal?
Ahora mismo tengo uno con un grupo pequeño de metal portugués para el cual estoy escribiendo todas las letras de un disco, eso me anima, porque es un género con el que tengo relaciones desde mi adolescencia, pero también porque es una oportunidad de trabajar con otras personas y hacer un objeto expresivo de otra naturaleza que no es sólo texto, tiene otras dimensiones. Personalmente me parece muy interesante, porque hoy en día además miramos muchos ejemplos de proyectos multidisciplinarios y cómo logran expresiones propias. Para mí mismo como escritor son una oportunidad de desarrollo y aprendizaje. Al mismo tiempo es un terreno muy poco explotado entre escritores y ese género. Me atrae porque me parece importante que uno busque la novedad.
Es notable en usted una gran necesidad de expresarse de diversas maneras.
Sí. Me parece que, en primer lugar, hay que buscar qué decir; luego, cuando uno lo encuentra, hay que buscar las maneras de decirlo y ahí personalmente no tengo fronteras, o mejor, siempre busco ensanchar las fronteras de esa expresión, siempre busco crear y sorprenderme a mí mismo.
Se refiere con mucho afecto a Saramago, ¿qué otras presencias portuguesas han sido importantes para usted?
Como dije, estudié literatura inglesa y alemana, pero muchas de las experiencias más fuertes que he tenido como lector en mi juventud han estado en la literatura portuguesa, entre ellos muchos poetas. No podría ignorar a Fernando Pessoa, me parece incluso que en portugués no puede escribirse lo que sea ignorando una obra como la de Pessoa, que es tan impactante y fuerte, pero también muchos otros, como Herberto Helder, Ruy Belo, Sophia de Mello Breyner Andresen y otros contemporáneos míos. Autores de prosa, como Miguel Torga, autores del neorrealismo portugués. Son autores importantes para mí, porque nací después de la Revolución de los Claveles, que fue un momento en el cual se publicaron muchos autores que habían estado prohibidos durante la dictadura. Por eso tuve un acceso importante a esos autores, muchos de ellos hablaban de un ambiente rural que a mí me decía mucho porque nací en un pequeño pueblo.
¿Cuáles son algunos de los autores portugueses que usted recomendaría que se conocieran en México?
Bien, hay muchos nombres que creo que sería bueno que llegaran. Tengo la esperanza de que con Portugal como invitado de honor a la FIL del año que viene algunas de esas lecturas puedan llegar y ser más conocidos. Una gran referencia en Portugal, un autor que no es tan sencillo de traducir y quizá por ello no sea tan conocido es Aquilino Ribeiro, o Vergílio Ferreira, Miguel Torga. Me acuerdo también de una gran autora, aún viva, pero ya muy mayor, Agustina Bessa-Luís. Y claro, generaciones más jóvenes, gente de mi edad como Afonso Cruz, Valter Hugo Mãe, Dulce Maria Cardoso. Los poetas, entre ellos hay nombres muy importantes. Los que ya nombré, Helder, Ruy Belo.
¿Y el teatro?
El teatro sufre de dificultades de difusión en el ámbito de la propia lengua y que provocan que no exista tanto conocimiento. Por ejemplo, no conocemos tanto del teatro que se escribe en Brasil, y ellos tampoco de lo que se hace de teatro en Portugal. La traducción del teatro portugués es aún más difícil. Eso muchas veces tiene que ver con cuestiones de mercado. Se considera que no son muy comerciales los textos de teatro y las editoriales no los publican tanto.
Por último, como lector, ¿cuál es la recepción de la literatura latinoamericana en Portugal?
La literatura latinoamericana circula razonablemente bien. Hay autores muy conocidos que son grandes referencias, pero se podría conocer más. A veces la literatura se queda varada en ciertas referencias, autores muy grandes que atraen toda la atención y que tienen la ventaja de abrir puertas, pero muchas veces no permiten que un público más amplio tenga oportunidad de conocer autores que no sean tan vistosos. En relación con México, se ha hecho mucho en los últimos años. Pero por ejemplo, un autor tan importante como Juan Rulfo tuvo una buena traducción apenas hace unos diez años. Con él otros autores llegarán también. Hay editores que tienen relaciones personales con México y eso es bueno porque pueden llevar la literatura. Y con la literatura va toda la cultura. La literatura tiene esa calidad, que lleva toda la cultura dentro.
En la imagen, el autor, en la Ciudad de México. / Yadin Xolalpa / EL UNIVERSAL