“Saramago escribió la última frase de la novela”. Estamos en 1997 y la susodicha no es otra que Todos los nombres, la última del escritor antes del Nobel, protagonizada por un José cuyo amor por el nombre de una desconocida mujer le lleva a una delirante búsqueda. Y de Josés parece ir la cosa, porque cuando se cumplen hoy diez años de la muerte del escritor su compatriota José Luís Peixoto (Galveias, 1974) publica en España Autobiografía (Literatura Random House), la historia de un joven escritor, llamado -¿adivinan?- José, cuya trayectoria se cruza, en varias ocasiones, con la de un José Saramago transmutado en personaje. Un homenaje no exento de riesgos, pues como asegura el autor «Saramago, aunque ya haya muerto sigue muy vivo como autor y como símbolo de gran cantidad de cosas en Portugal».

 

“Conocí a Saramago en 2001, cuando gané el premio que lleva su nombre, y comparto gran cantidad de características con él, tanto vitales, especialmente de crianza, como literarias a nivel de búsquedas e intenciones”, explica el escritor, que explora estas similitudes y diferencias a través de un juego de espejos donde las obras y personajes de Saramago toman vida y forma en una Lisboa que se confunde con la del propio Peixoto y cuyas vidas interactúan con los hechos reales de la biografía de Saramago. Cuando se cumple una década de la desaparición del Nobel portugués, uno de sus más aventajados herederos, a quien llamo “promesa segura de un gran escritor”, recuerda sus múltiples facetas, que abarcaron todos los escalones de la sociedad, y especialmente su papel de escritor.

 

Pregunta. Desde su debut ha explorado mucho la vía autobiográfica y la tensión entre realidad y ficción, aquí un tema clave. ¿Cómo lo aborda, qué intenta narrar de esta simbiosis siempre presente en la vida?