Saltar para: Posts [1], Pesquisa e Arquivos [2]
Recortes sobre José Luís Peixoto e a sua obra.
El rumbo de José Luís Peixoto habría sido otro si no hubiera existido ese encuentro, a comienzos de octubre del 2001. Tenía 26 años, una novela terminada, algunos poemas, y la idea de ser escritor metida en su cabeza. Venía de un pueblo pequeño del interior de Portugal, Galveias, en la región de Alentejo. Allá, en su niñez, leía los libros que tomaba prestados de un camión que cada mes llegaba cargado de literatura y se estacionaba en la plaza a la espera de lectores. También ayudaba a su papá, que era carpintero.
A los dieciocho años, con la literatura atravesada, se fue a Lisboa a estudiar Lenguas Modernas. Llegó a la capital, pero seguía con su pueblo adentro. Su padre murió, y esto lo llevó a escribir el que sería su primer libro: Te me moriste, el relato de su duelo, de su tristeza, del regreso del hijo a la casa del padre habitada ya solo por los recuerdos. Peixoto no tenía editorial para publicarlo. De manera que él mismo fue su editor y su distribuidor: con algo de ahorros hizo las primeras copias y recorrió las librerías dejando ejemplares. Se lo vendía a sus amigos, le dio vida. Al mismo tiempo empezó a pensar en su primera novela, que de forma natural situó en Galveias. La llenó de personajes conocidos aunque sin nombres propios. La tituló Nadie nos mira.
Esa novela fue precisamente la que provocó el encuentro del 2001. Porque, sin que eso estuviera en los mejores sueños de Peixoto, resultó ganadora del Premio Literario José Saramago. A partir de ese momento cambió todo para él. Saramago ya era una figura inmensa en las letras mundiales, tres años atrás había ganado el Nobel de Literatura, y esto dijo de Peixoto: “Es una de las revelaciones más sorprendentes de la literatura portuguesa. No tengo duda de que es una promesa segura de un gran escritor”. Lo que vino para él después de recibir ese premio fueron más novelas escritas que lo consolidaron, en efecto, como un nombre clave de las letras de su país y también entre los lectores de habla hispana.
A Nadie nos mira le siguieron obras como Cementerio de pianos, En tu vientre, Galveias, que han sido traducidas a más de veinte idiomas y lo han situado en un universo literario muy preciso, habitado por el mundo rural, con temas de reflexión en los que está presente la familia, las relaciones entre padres e hijos, el duelo, la identidad. Cada obra escrita con un cuidado minucioso. Eso es algo que en Peixoto es casi una obsesión. Empezó escribiendo poesía –en un país de poetas– y los principios de este género los trasladó a su narrativa. En sus novelas cada palabra es elegida y puesta en la página porque se ha ganado ese lugar. “Escribir literatura es escribir despacio”, dice, y ese tiempo para pensar cada frase y cada imagen se percibe al leerlo.
Hace diez días publicó su nueva novela: Autobiografía, que ha sido para él uno de sus mayores desafíos: tiene a Saramago como protagonista. La novela narra la historia de dos escritores llamados José. Uno que comienza, otro consagrado. ¿O es, en realidad, solo uno? Es una obra ante la cual hay que estar muy atento en cada línea, llena de detalles reales de la vida de Saramago y alimentada también por una trama de ficción. Una novela que habla de la identidad, de los límites de la biografía, y también hace un reconocimiento a ese momento que él define como uno de los más importantes de su vida: cuando conoció al nobel portugués. Desde su casa en Lisboa, donde pasa estos días de confinamiento –tiempo en el que volvió a escribir poesía, después de varios años de estar alejado de los versos– José Luís Peixoto habla de esta nueva novela.
¿Cómo nació 'Autobiografía'?
Empezó con una idea muy sencilla, pero que al mismo tiempo me imponía un desafío: crear una novela que tuviera a José Saramago como personaje. Era algo que me sonaba arriesgado por muchos motivos, sin embargo, se quedó durante un par de años en mi cabeza. Llegué a la conclusión de que debía escribirla porque era la manera de afirmar una cantidad de cosas que son importantes para mí. Entonces lo primero que hice, todavía sin haber escrito una sola palabra, aunque ya con mucho más construido que solo esa idea inicial, fue hablar con Pilar de Río, la esposa de Saramago, la persona que tenía la relación más estrecha con él. Yo la conocí el mismo día que a Saramago, en el 2001, cuando gané el premio que lleva su nombre. Y a lo largo de los años hemos seguido en contacto, incluso mi novela Galveias fue traducida por ella. Tenemos una relación cercana. Para mí era claro que si Pilar no estaba de acuerdo, yo no iba a escribir la novela. Porque era una posición muy sensible: no sólo iba a utilizar a Saramago como personaje, sino a ella misma.
¿Qué le dijo?
Su respuesta fue muy favorable. Así que empecé a trabajar la novela. El tiempo de escritura tuvo muchas dificultades, parte de ellas fruto del hecho de que estaba trabajando con Saramago, con la responsabilidad que esto implicaba desde un punto de vista literario y también personal. No ha pasado mucho tiempo desde su muerte y sigue siendo una figura muy presente en Portugal y en los lectores en diferentes partes del mundo.
¿Qué relación tenía con Saramago y con su obra antes del 2001?
Antes de ese año no imaginaba que fuera a conocerlo. Era lector de su obra. Tenía una novela firmada por él, Memorial del convento. Lo busqué en una ocasión para que me la firmara y sucedió algo curioso: en esa dedicatoria Saramago escribió mal mi nombre. No puso Peixoto sino Pacheco. Es una anécdota divertida porque yo pensaba: la gente va a creer que me robé esa novela. Pero sí, mi relación era solo como lector. Cuando ganó el Nobel, en el 98, fue un impacto tremendo en Portugal. Es cierto que ya era un enorme escritor y tenía una presencia muy grande en el país, pero ese fue un reconocimiento que se sintió mucho. Entre otras cosas porque fue el primero y hasta el momento el único Nobel de la Literatura del idioma portugués. Y eso, sin duda, es una gran cosa. Por eso cuando obtuve el Premio José Saramago fue una locura. Al mirar hacia atrás no puedo imaginar mi vida sin ese momento. Eso me definió.
Hay una frase en 'Autobiografía' que dice: “José Saramago me dijo muchas veces: José, tienes que pensar en tu obra. José era yo”. ¿Se lo dijo así?
Sí, fue una de las cosas que más me repitió. Supongo que lo hizo porque éramos de generaciones muy distintas y habíamos vivido experiencias muy diferentes. A partir del 2001 seguí encontrándome con él frecuentemente. Incluso viajamos juntos a ferias del libro, como la de Buenos Aires. Era impactante tener ese ejemplo ahí cerca, esa persona que vivía una vida que yo comenzaba. Porque yo venía abriendo las puertas de un mundo desconocido. Había publicado mi primera novela sin garantías y un año antes había sacado mi primer libro por mi cuenta. Y después estaba junto al nobel de literatura. De algún modo, mientras escribía esta novela, fue interesante confrontar nuestras historias casi opuestas. Yo tuve un éxito grande con la primera novela. El premio hizo que empezara a ser traducido a otros idiomas, que comenzara a viajar como escritor, y a partir de ahí seguí escribiendo. Saramago publicó su primera novela con 25 años y las cosas salieron muy mal. Su segunda novela no se publicó y se quedó muchos años sin escribir.
Esa es una de las líneas centrales de Autobiografía: la historia del José joven que se debate por escribir su segunda novela, parecido a lo que vivió Saramago.
Él publicó su primera novela, Tierra de pecado, y después hizo varios intentos por escribir la segunda. Todavía hoy existen ejemplares de esos intentos. Al final logró hacerla, es Claraboya, y la envió a un editor que lo ignoró. No le contestó y se quedó con el único manuscrito. Años después, ya en la década de los ochenta, cuando Saramago había publicado algunos de sus libros más conocidos, ese mismo editor lo buscó y le propuso publicarla. Saramago se quedó con el original y rechazó la propuesta. Solo después de su muerte la novela se publicó. Es una obra que está lejos de lo que haría años más tarde, pero tiene aspectos muy interesantes.
Decía que uno de los motivos para escribir Autobiografía fue afirmar cosas que para usted son importantes. ¿Cuáles?
Empezando por el título: Autobiografía, que ya pone sobre el tapete una cuestión fundamental respecto a la relación entre la ficción y lo biográfico, o autobiográfico. Eso es muy importante para mí, reflexionar sobre esto, porque como escritor es algo que está muy presente en mi trabajo. Esta novela está hecha de tres flujos: la memoria, donde pongo los tiempos que pasé con Saramago y otras referencias personales; la historia, con los hechos de su vida, que son reales, además de alguna relación con la historia de Portugal en ciertos momentos; y la ficción, como elemento fundamental que le da forma a todo yo convierte en una narrativa literaria. Sin embargo, hay otro elemento que en este punto de mi vida era muy importante afirmar, y es mi relación con Saramago. Porque, como decía, mi vida cambió después de conocerlo. Es muy difícil contar mi historia sin su presencia. La novela también es ese reconocimiento. Y al mismo tiempo es una reflexión sobre la influencia, sobre la paternidad, que es un tema muy presente en mis libros. Y por supuesto sobre la escritura misma. La escritura es la vida.
¿Cómo es la relación de esta novela con el resto de su obra?
Me lleva por puntos que ya había abordado, pero que aquí llegan un poco más lejos. Por ejemplo, el hecho de utilizar como personaje a una figura histórica, algo que había hecho en Cementerio de pianos y En tu vientre. Es cierto que las de esos libros son figuras distintas de Saramago, pero tienen en común que existieron históricamente. El tema de la escritura lo había tratado de alguna manera en mi novela Libro, aunque de un modo menos directo. Autobiografía está muy ligada con la escritura, con eso que llaman la metaliteratura, los distintos papeles presentes en el texto, el narrador, el autor, el personaje.
Una de las partes de la novela son los cuadernos del escritor joven, que está haciendo una biografía de Saramago. Cuadernos que muestran sus avances, sus retrocesos, sus dudas sobre el proyecto. ¿Es un método que usted también usa al escribir?
Ese cuaderno de la novela es un intento de reflejar el proceso de la escritura. Yo uso bastantes cuadernos mientras escribo, hago anotaciones por todas partes. Es muy útil para organizar el pensamiento. Porque realmente escribir es eso: buscar una organización. Al nombrar las cosas, las concretas. Escribir, de algún modo, es un pequeño proyecto de construcción de un mundo.
¿Y esta vez también hizo muchos borradores que se fueron a la basura?
Siempre los hago. Mientras escribo no soy muy ecológico porque gasto muchísimo papel. Incluso esta novela, cuando ya tenía docenas de páginas escritas, decidí pararla y volverla a comenzar. Tuvo dificultades que vienen de la forma que propone, porque desde el punto de vista estructural es un poco compleja; tiene algunos obstáculos que la hacen desafiante para la lectura y, por supuesto, también fueron desafiantes durante la escritura.
¿Las frases textuales que utiliza, y en general toda la historia, lo llevaron a hacer una relectura de la obra de Saramago?
Releí solamente El año de la muerte de Ricardo Reis. Lo otro fueron cosas que leí por primera vez, no solo textos de Saramago, sino biografías y trabajos alrededor de su obra. El año de la muerte… sí porque la novela que escribí tiene una relación directa, conceptualmente hablando, con esa novela. En ella Saramago escribe sobre Pessoa y Ricardo Reis, y sobre Lisboa. En mi novela también tenía la idea de escribir sobre otro autor y hacer un cierto retrato de Lisboa, aunque la Lisboa que yo describo no es la misma.
Es más periférica, sí. Y en está novela también está presente lo rural, centrado en Bucelas.
Ese lugar simboliza mi Galveias. Se me dificulta no tener relación de algún modo con lo rural. Es un aspecto muy importante para mí y es algo que tiene mucho que ver con el Portugal de mi generación. Es un país con un vínculo muy fuerte con su interior. Así Lisboa sea hoy una ciudad muy cosmopolita, con conexiones con el mundo y todas esas cosas, hasta hace unas décadas era una ciudad muy conectada con la ruralidad.
La visión política de Saramago está tratada también, aunque no con protagonismo. ¿Ese tema sigue provocando pasiones en Portugal?
Saramago genera sentimientos fuertes, positivos y negativos. Porque estuvo siempre muy comprometido. Todavía no se mira con ojos consensuados. Es un símbolo para el Partido Comunista portugués. Tuvo conflictos con la Iglesia. En fin, despierta reacciones diferentes y muy fuertes aquí. En la novela me pareció una cuestión de justicia ponerlo como escritor y en su dimensión literaria. Es cierto que él mezclaba los dos mundos, política y literatura, pero en este caso he privilegiado lo literario, sin ignorar del todo su aspecto político. Pero no lo pongo en primer plano.
¿Cuál libro de Saramago lo ha marcado más?
Esa respuesta cambia con frecuencia. Depende más de mí que de los libros. Pero hoy el que elijo es Levantado del suelo. Un libro que trata de ese periodo de la historia de Portugal de los años 70, después de la revolución, y sucede en la región de Alentejo, que es mi región. En esa novela Saramago pone en evidencia todas sus calidades literarias.
Sin entrar a develar la trama de la novela, se siente que también quiso crear un juego de espejos. Una reflexión sobre la identidad.
Creo que todo libro, sobre todo la literatura, plantea una pregunta sobre la identidad. Hay una frase en la novela: “Contarme a mí mismo a través del otro. Contar al otro a través de mí mismo”. Eso es la literatura. Aprendemos más sobre los otros por lo que vemos en nosotros mismos y de nosotros por lo que vemos en los demás. Por eso, para reflexionar sobre uno mismo, es importante buscar ese otro que llevamos dentro y mirarlo con alguna distancia. Los espejos permiten que uno se mire y tome la medida de sí mismo.
La novela comienza con una frase que evoca un final y termina con una frase que anuncia un principio…
Empieza con un fin y termina con un inicio. Es también la idea de que la escritura, y la historia de la escritura, de la literatura, es como una cadena: unos llevan algo que lo pasan a otros, estos otros siguen y después lo pasan a otros y continúa. No solo en la literatura, sino en la vida.
¿Estos días de confinamiento le han dado alguna idea de escritura?
Tenía una novela empezada cuando todo cambió. Y en realidad sentí alguna dificultad para continuarla. Entonces paré y, poco a poco, comencé a escribir poemas. Tengo tres libros de poesía, el último del 2008. Ha sido increíble ver cómo en este tiempo pude terminar un libro de poesía. Va a salir en septiembre en Portugal, Brasil y México, traducido al español. Los primeros poemas estaban relacionados con la cuarentena, después evolucionaron hacia otros temas más generales y también más personales, que es una marca de mis versos. Estoy muy contento con este nuevo libro de poesía. Es como un regreso a casa.
UN NUEVO POEMA DE PEIXOTO:
Nos miramos a los ojos por internet.
Yo te transmito este domingo por la tarde
la voz del vecino a través de la pared.
Tú me transmites la distancia que existe
después de lo que logro ver por la ventana.
Durante la noche cambió la hora y sin embargo,
continuamos en el tiempo de ayer.
Qué extraño es este domingo, no podemos
garantizar que mañana sea lunes.
El futuro se perdió en el calendario, existe
después de lo que logramos ver por la ventana.
El futuro dice algo a través de la pared,
pero no entendemos las palabras.
Nos lavamos las manos para evitar ciertas palabras.
Y aun así, en este tiempo extraño, observa:
tú y yo estamos juntos en este verso.
El poema es como una casa, tiene paredes
y ventanas, está habitado por el presente.
Nos miramos a los ojos por internet,
estamos verdaderamente aquí.
El poema es como una casa
y la casa nos protege.
(29 de marzo de 2020)
José Luís Peixoto
Peixoto es uno de los nombres más importantes de la actual literatura portuguesa.
“Hasta mis 18 años viví en un pueblo de mil personas en la región rural del Alentejo. Ahí, durante mi niñez, cada mes, llegaba un coche lleno de libros. Se aparcaba en la plaza principal y yo tenía la oportunidad de llevarme cuatro o cinco libros que debía devolver el mes siguiente. De esa manera he leído a muchos de los más importantes escritores portugueses y también a autores esenciales de la literatura internacional. El motorista/bibliotecario era una persona muy interesante. Me daba consejos sobre lectura. En mi casa no teníamos muchos libros, pero mis padres sentían un respeto muy grande por ellos”.
Así fue el primer contacto de José Luís Peixoto con los libros y con la lectura. Nacido hace 43 años en Galveias, un pueblo pequeño del interior de Portugal, Peixoto es poeta, novelista, cuentista, dramaturgo. Ha sido traducido a más de veinte idiomas y cuenta con varios reconocimientos, entre ellos el premio José Saramago, que recibió en el 2001 por su primera novela, Nadie nos mira. “Es una de las revelaciones más sorprendentes de la literatura portuguesa reciente. No tengo ninguna duda de que es una promesa segura de un gran escritor”, dijo Saramago sobre él. Y en efecto: de promesa se ha convertido en realidad. Pero la lista de premios no es lo que más habla de José Luís Peixoto. O por lo menos no es lo más importante. Son sus propias palabras, las que ha dejado en libros como Te me moriste, Galveias, Cementerio de pianos o En tu vientre. Libros que hablan de la tierra, de la familia, de las ausencias, de las muchas formas del amor y también del dolor. Libros que dicen no solo con palabras, sino con silencios.
–Empezó escribiendo poesía. ¿Cómo nació su interés por ella?
–La relación con la poesía es muy importante en la narrativa portuguesa actual. Supongo que esa presencia tiene que ver con la gran tradición poética en mi país. ¿Cómo podríamos escribir en este idioma sin tener en consideración la obra de Fernando Pessoa? Pero hay otros grandes poetas portugueses cuya influencia es importante para mí. Hasta el momento he publicado tres libros de poesía y volveré a publicar otro muy pronto. No he dejado de escribirla. Desde un punto de vista formal y conceptual, tengo la impresión de que la poesía es una condensación de muchos de los principios que intentamos desarrollar en la narrativa.
Prosa que también es poesía. Así es la obra de Peixoto, se trate de una novela o de una crónica de viajes. El primer libro que escribió, a los 21 años, nació después de la muerte de su padre. A partir de ese momento dejó claro la que sería una de las características de su obra: la presencia de lo autobiográfico. En Te me moriste (publicado en el 2000), Peixoto narra el regreso a la casa paterna, un camino que transita rodeado de recuerdos. “Es un texto que surgió de manera muy natural –dice–. Después de la muerte de mi padre, no tenía otro tema. Entonces, despacio, empecé a escribirlo, incluso como manera de entender lo que estaba pasando en mi vida. Luego de terminarlo, tardé cuatro años en percibir que se trataba de un texto muy distinto a los que podría escribir después. Ya había acabado mi primera novela cuando decidí publicarlo por mi cuenta. Estaba convencido de que nunca me arrepentiría de que ese fuera mi primer libro. Y sigo teniendo la misma idea. Lo veo como un libro muy importante para mí. En él está presente mucho de lo que sigo trabajando hoy”.
–Está marcado precisamente por la relación padre-hijo, que aparece en muchos de sus libros.
–Sí, de algún modo continué trabajando ese tema en mis primeras novelas. Me parecía que todavía tenía mucho que decir sobre ese asunto. Por un lado, mi experiencia personal, como hijo y como padre, me ha llevado ahí; por otro, me di cuenta de que la reflexión sobre esa relación me permite hablar de muchos otros asuntos, como la cuestión de las generaciones, de las edades, del paso del tiempo, de la mortalidad. También trae planteamientos muy importantes sobre la identidad, por ejemplo. Por algo en tantas religiones la relación entre padre e hijo es tan central y simbólica.
Otro de los libros de Peixoto en el que esta temática está presente es Cementerio de pianos (2006). En él narra la historia de tres generaciones de una misma familia y tiene como uno de sus personajes al maratonista portugués Francisco Lázaro, el primero en su país en asistir a unos Juegos Olímpicos, en 1912. Lázaro, un deportista aficionado que en realidad era carpintero, murió durante su participación en el torneo. En Cementerio de pianos habla un padre y habla un hijo. El tiempo se mueve en todas las direcciones en esta obra, considerada la mejor novela extranjera publicada en España en el 2007. En sus páginas hay un taller de carpintería. Es un espacio importante no solo para la trama, sino para la vida de Peixoto: “Mi padre era carpintero. Pasé mi niñez entre madera. De algún modo, Cementerio de pianos es una continuación de Te me moriste. Uno habla del duelo, el otro habla del resultado del duelo, de cómo uno encuentra consuelo en la idea de hacer parte de algo que es mucho más grande que su propia vida”.
–Es frecuente encontrar en su obra el lugar donde nació. ¿Cómo recuerda su infancia en Galveias?
–Fue una infancia muy rica en estímulos, en presencias. Vivir en un pequeño pueblo te permite conocer mucha gente, más que en las ciudades. En los pueblos se sabe de todo el mundo. En Galveias, yo conocía a mil personas. Es mucha gente, son muchos personajes. Al mismo tiempo, la libertad absoluta que tenía me permitió enterarme de realidades a las que, de otra manera, tendría difícil acceso. Como ayudaba a mi padre, y después empecé a trabajar en distintos empleos durante el verano, la infancia me dio una buena resistencia al esfuerzo y al trabajo. Algo que ha sido muy útil en mi vida.
–Esas historias que conoció en su pueblo, esas personas, se han convertido en tramas y personajes de sus novelas, entre ellas la primera que escribió, Nadie nos mira, y la que lleva su nombre, Galveias. ¿Cómo fue la escritura de estos libros?
–Cuando escribí Nadie nos mira no estaba seguro de que podría escribir una novela. Creo que esa siempre será una duda importante para cualquier lector de grandes novelas. Pero, en ese tiempo, escribirla era una cuestión de sobrevivencia. Fue un periodo difícil de mi vida, y esa novela me ayudó mucho. La historia de Galveias, por su parte, me ha acompañado desde hace muchos años. Era una novela que quería escribir antes de morir, y me siento muy satisfecho de haberlo hecho ya. Las dos novelas conforman dos polos de una comparación importante. Nadie nos mira, sin tiempo y casi sin lugar; Galveias, que se desarrolla en 1984 y concretamente en ese pueblo. Esta novela da referencias precisas. Eso marca mucho la diferencia. Escribir es nombrar.
–¿Cómo es hoy su relación con su pueblo?
–Es una relación sagrada. Galveias es mi piel. Hay mucho que solo siento allí.
JOSE LUÍS PEIXOTO nació en 1974, un año que marcó la historia de su país y prácticamente partió en dos la vida de Portugal: el año de la Revolución de los Claveles, del levantamiento militar que puso fin a la dictadura de António de Oliveira Salazar, que controló durante décadas el destino de los portugueses. Haber nacido en ese año tampoco fue un hecho menor para el escritor: “Esa es una de las influencias más grandes de mi literatura y de mi vida. Me parece, incluso, que es la gran marca que junta a los escritores portugueses de mi generación. La literatura nunca es ajena a la historia”. Peixoto creció en un mundo de libertad que no conocieron las generaciones anteriores. Empezó a alimentarse de influencias culturales que por fin cruzaban las fronteras y llegaban a su país. Entre ellas la música. Y una en especial: el heavy metal. Es un serio aficionado a este género musical y ese interés lo ha llevado a escribir un libro de cuentos, Antídoto, en el que cada relato tiene conexión directa con canciones de Moonspell, la banda de metal más conocida de Portugal. “Supongo que el heavy metal ha representado durante muchos años mis ganas de llegar a otras realidades y, al mismo tiempo, la afirmación de mi identidad. Hoy es una de las marcas de mi entusiasmo adolescente, una señal de intensidad. Esos valores siguen siendo muy influyentes en lo que escribo, aunque no siempre sean visibles”.
–Algo que se ve a simple vista es el tatuaje que lleva en uno de sus brazos, con el nombre del condado imaginario de William Faulkner: Yoknapatawpha...
–Ese es un tatuaje que me recuerda mucho la obra de Faulkner. Y también otras cosas que tienen que ver con mi historia, con la persona que intento ser cada día.
–Hay un aspecto en común entre su obra y la de Faulkner, a quien usted ha citado siempre como una de sus influencias: lo rural. ¿Por qué el interés en narrar el mundo del campo, la comunidad alejada de las grandes ciudades y del “gran desarrollo”?
–Mi historia personal me ha dado la oportunidad de percibir que el modelo de desarrollo que seguimos no es el mejor camino, en muchos aspectos. La literatura tiene la oportunidad de contribuir en la reflexión sobre los rumbos que tomamos. En este tiempo de avances tecnológicos acelerados, hay cuestiones que tenemos que considerar antes de seguir ciegamente ciertos horizontes. En el mundo rural continúa existiendo una relación más próxima con la naturaleza. Nosotros somos parte de la naturaleza, somos seres naturales. Es importante no perder esa noción. La necesitamos. Así como necesitamos poder mirarnos, poder sentir el tiempo. Respirar.
HAY UN POEMA de José Luís Peixoto que se llama A la hora de poner la mesa éramos cinco. Así dice, en su traducción al español:
A la hora de poner la mesa, éramos cinco:
mi padre, mi madre, mis hermanas
y yo. después, mi hermana mayor
se casó. después, mi hermana pequeña se casó. después, mi padre murió. hoy, a la hora de poner la mesa, somos cinco,
menos mi hermana mayor que está
en su casa, menos mi hermana
pequeña que está en su casa, menos mi padre, menos mi madre viuda.
cada uno de ellos es un lugar vacío en esta mesa en la que como solo.
pero estarán siempre aquí.
a la hora de poner la mesa, seremos siempre cinco.
mientras uno de nosotros esté vivo, seremos siempre cinco.
–Ahí está en buena parte la esencia de su obra, ¿no es así?
–Ese es un poema muy especial. Lo publiqué en mi primer libro de poesía y, algunos años después, hice que un personaje de Cementerio de pianos lo leyera. Esa fue una manera de volverlo a publicar. El poema habla por sí mismo: habla de la familia, de la identidad y del paso del tiempo. Temas centrales de mis libros. De cierto modo creo que ese poema es el pequeño corazón de todo lo que he escrito hasta hoy.
–¿Cómo es su método a la hora de escribir?
–Es un método un poco obsesivo. Necesito estar muy concentrado. Escribo muchísimo antes de la versión definitiva. Leo muchos libros de otros autores mientras escribo. No tengo ningún problema con las influencias, incluso las busco. Y escucho mucha música también. Heavy metal casi siempre.
Concentrado como ha estado siempre en lo más cercano, en sus realidades más próximas, llegó el momento en que Peixoto sintió la necesidad de mirar hacia algo más lejano. De entender realidades que no le eran familiares. Fue cuando tomó rumbo a un país que siempre le había parecido interesante, precisamente por el misterio que lo acompaña: Corea del Norte. Le interesaba escudriñar la vida cotidiana de esa nación, y también probarse en la literatura de no ficción, en la escritura documental. Así nació Dentro del secreto (2014), en el que describe los detalles grandes y pequeños de este país conocido por los excesos del mandato totalitario de Kim Jong-un. Para Peixoto –que estuvo cinco veces en Corea del Norte y varias más en Corea del Sur–, esa fue una experiencia que cambió su vida. Y ahí no se detuvo: recorrió también Tailandia y publicó después su visión en el libro O Caminho Imperfeito, en el que hace un retrato detallado de este país.
Su novela más reciente se titula En tu vientre y tiene como contexto la aparición de la Virgen de Fátima, un hecho fundamental para los portugueses, sean creyentes o no. La obra tiene como protagonista a Lucía, la niña que dijo haber visto a la Virgen, junto a los otros dos pastores, Jacinta y Francisco. También está presente en la historia la madre de Lucía –que no cree lo que su hija dice–, la madre del narrador –que se vuelve un personaje omnipresente y poderoso–, y por supuesto: la madre bíblica. Todas son fundamentales en el desarrollo de la novela. Porque En tu vientre, más que buscar definir si fue real o no el milagro de la aparición de la Virgen, tiene otro propósito: hablar de la maternidad. “Es cierto –dice Peixoto–. Este libro tiene como primera referencia la aparición de la Virgen de Fátima, pero a un nivel más profundo trata de las madres en general. Ese aspecto está relacionado con la importancia del culto mariano en el catolicismo portugués. Desde esa perspectiva, la veo también como una novela sobre la identidad portuguesa”. Y en ella se siente el mismo tono poético de todos sus libros. Cada frase en Peixoto cumple su propósito.
–¿Cómo es trabajo con las palabras, cómo se relaciona con ellas?
–En mis novelas no hay una sola palabra que no haya sido elegida, que no esté ahí después de haber buscado alternativas. Cada palabra tiene que ganarse el derecho de estar. Lo más importante al escribir es la conciencia. Escribir literatura es escribir despacio.
Por: María Paulina Ortiz